lunes, 11 de agosto de 2014

Folklore

FOLKLORE NACIONAL

Amazonas

El folklore de Amazonas no es tan variado como el de otros departamentos del Perú.

No se ve aquí la profusión de danzas, cantares y ves­timentas que hay, por ejemplo, en Puno o Cuzco. Su folklore se nutre más bien de leyendas, historias y relatos en los que siempre está presente el misterio y lo inexplicable.

Pueblos, lagunas, cerros, imágenes, tienen siempre un origen que contraviene de manera invariable las reglas de la lógica o de la biología.

Si se trata, por ejemplo de la laguna de Cochacon­ga, dirán que está encantada, que tiene «forma de pescuezo» y que al menor ruido provocado por un animal o por el grito de una persona se iniciará una tremenda tormenta en medio de la cual aparecerá un enorme monstruo en forma de vaca, que se enfurece con los extraños.

Por eso quien pasa el remoto paraje lo hace con el máximo de precau­ciones para no alterar el silencio del lugar.

Dar hospedaje al viajero es una norma elemental de buena conducta para con los semejantes. Negarlo puede acarrear sobre el egoísta los más tremendos males, de lo que es una prueba irrefutable el panta­no de Mono Muerto, en el distrito de Huambo (Rodríguez de Mendoza), dramática historia que todos cuentan, con más o menos detalles, pero con el mismo respeto.

Vivía un hombre muy rico. El pantano era parte de su hacienda, en la que era feliz y nada le faltaba, hasta el día en que un viajero le pidió asilo y se lo negó. Un brujo de los alrededores que se enteró de la actitud del acaudalado vecino se encargó de que todas las maldiciones cayeran sobre él y así desapa­recieron todos sus bienes y sus tierras quedaron convertidas en pantano.

Poderes misteriosos se atribuyen asimismo a las cuatro lagunas de Puquio, en las que hay mons­truos que influyen sobre los sembríos. Así como a
La laguna de Santa Bárbara, que desaparece a la vista de los caminan­tes y está destinada a iniciar el fin del mundo con el desborde de sus aguas.

Cerca de la ciudad de Chachapoyas hay un cerro llamado Piscohuañuna, en el camino hacia la selva. Ese nombre quiere decir «donde mueren los pájaros», pues la montaña mata a todas las aves que se le acercan.

El vulgo atribuye perniciosas influencias ciertos animales como al mochuelo que «hiela el alma», o al «quien-quien», que se burla de los viajeros, en los caminos; o al grillo, cuyo canto en determinadas circuns­tancias. como cuando tiene sonido de campanas, presagia grandes males.

Se tiene asimismo gran respeto por los restos de la antigüedad, con la firme creencia de que caerán terrorí­ficos castigos sobre los que violen las tumbas de las momias.

La mayor parte de la población del departamento de Amazonas es indígena y mestiza, siendo notable la cantidad de personas, en algunos casos comuni­dades enteras, en las que predomina el tipo español.

Desde el tiempo de los incas subsisten leyendas sobre la existencia de gente blanca en estos parajes e inclusive hay versiones recogidas por los cronistas en las que se asegura que aquí se escogían mujeres para el soberano, precisamente porque eran blancas. 

Danzas

LA CHUMAICHADA

Es «la danza de Chachapoyas» pues ahí nació y se formó hasta instucionalizarse y ninguna fiesta puede terminar si no se la baila, La música es probablemente de origen indio, pero la coreografía es de procedencia francesa, derivada de «Los lanceros», danza introducida en Chacha-poyas por el que en ese tiempo fue obispo de la diócesis, monseñor Emilio Lissón, de origen fran­cés, de quien se ha dicho que tuvo tanta influencia que llegó a afrancesar la ciudad.

HUANCA

Cerca de Chachapoyas existe el pueblecito de Huanca, en donde ha tenido su origen la danza homónima, que se baila también en varios lugares del departamento durante las faenas agrícolas, durante la construcción de una casa, etc.

Es una especie de rito pagano de acción de gracias.


LOS DANZANTES DE LEVANTO

Levanto es un pueblecito que está a unos 10 Km. de Chachapoyas, cuyos «danzantes» forman un vistoso conjunto de trece cholos, muy bien entre­nados, a los que guía un pifiador que toca a la vez la antara y un pequeño tambor al que llaman tinya.

Visten camisa blanca de anchas y largas mangas, chaleco negro adornado con cintas rojas, pantalón negro y se tocan con una corona de vistosas plumas de pavo real. Su presencia es obligada en todas las grandes celebraciones de la región.

Otras danzas conocidas que se bailan en diversas localidades son la conchiperla, en la que el varón tiende el pañuelo a su pareja manteniéndose con una rodilla en tierra y si no lo hace debe beberse una copa en castigo; el «trapichillo», bailada por cuatro parejas tomadas de la mano derecha y giran­do de derecha a izquierda; y la quinsamana en la que se mezclan insultos y piropos.


CARNAVAL EN AMAZONAS

La «música de carnaval» que se toca en Amazonas presenta notas de verdadera euforia. Es parecida al huayno y a su compás danzan las parejas formando la pandilla alrededor de las humishas, árboles adorna­dos con quita sueños, espejitos, cadenetas, banderines y colmados de regalos, inclusive animales vivos, que cogen los invitados cuando al fin son derribados.

La pareja que en una fiesta de carnestolendas hace caer la humisha tiene el compromiso de armar otra para el año siguiente.

La religiosidad es una nota saltante en la mayoría de estos pueblos y así lo demuestra el entusiasmo y recogimiento que ponen en estas celebraciones. Pero, fieles a su tradición, sus creencias religiosas están mezcladas con fantásticas apariciones y casi siempre figura en ellas una cueva.

Hay tres Vírgenes que son famosas. La de Belén en Chachapoyas, la de Sonche y la de Levanto. Pues bien, no hay quien no crea la historia de que fueron encontradas las tres en una cueva a la que fue mis­teriosamente atraída una joven pastorcita. Y cuando la de Levanto va a Chachapoyas «sus hermanas» salen a «recibirla» en las afueras del pueblo.

También la imagen tan venerada de Santa Lucía fue hallada por una niña en una cueva, como lo fue el Cristo de Bagazún, que se venera en Rioja, encontra­do por un ganadero que buscando un buey perdi­do, cerca de Almirante oyó que lo llamaban por su nombre desde el interior de una cueva, en la que encontró al Cristo que le dijo: «llévame.»

En los días de prolongada sequía desaparece el Cristo de la Contradicción de la capilla del cementerio de Chachapoyas y es «descubierto» cuando comienza a llover, iniciándose entonces los grandes festejos hasta llevarlo nuevamente a su lugar.


Corpus Christi, Semana Santa, la Asunción, el día de Difuntos y la Navidad son fechas clásicas en el calenda­rio del departamento. En los días de Navidad hay con­juntos de pastorcitos que recorren las calles cantando y bailando ante los nacimientos. Con el mismo esplendor se celebran las fiestas patronales en todos los pueblos.

LOS PASTORCILLOS DE NAVIDAD

La celebración de la Navidad en Chachapoyas es única en todo el Perú e incomparable por la pre­sencia de sus tiernos e inocentes protagonistas, los niños de la ciudad.

Al anochecer del día 24 empiezan a salir de las diferentes iglesias los coros de los pastorcillos, que van entonando villancicos. Para el efecto, se for­man dos columnas de niños y en medio de ellos van los «pastores» y detrás los tres «Reyes Magos», debidamente caracterizados.

Las niñas van vestidas con una falda adornada con cintas de colores, blusa con lentejuelas y un pañuelo cruzando el pecho. El sombrero con relucientes ador­nos y cintas que cuelgan hacia atrás, lleva el ala levantada adelante panderetas y sonajas que agitan al compás de la dama, cuya música ejecuta la banda que los acompa­ña.

Cerrando el cortejo va la sagrada imagen del Niño Dios en un anda conducida por cuatro niñas vestidas íntegramente de blanco, que al llegar al fren­te de la iglesia, donde está la «compostura» del naci­miento, colocan a la imagen en el pesebre entre José y María y en medio de los muchos regalos que antes han depositado los pastores y Reyes Magos. Después siguen los cantos y la danza durante «la velación», hasta que. llega el momento de la Santa Misa.
Ancash
En Ancash se verifica el concepto de que el folklore "es la expresión espontánea de los pueblos y constituye el mensaje más seguro para que, al trasmitir-se de una generación a otra, les mantenga su unidad, su personalidad".
DANZAS POPULARES
Podemos citar la danza festiva antihuanquilla, con diez o doce bailarines vestidos con blusas y pantalones de color azul, rosado o rojo, con un ponchito triangular corto de seda, generalmente de color azul. En la cabeza llevan un turbante en forma de abanico adornado de plumas suaves o pelo de conejo teñido de diferentes colores; y en la mano un bastón que mueven al ritmo de la danza.
Los pasos son hacia adelante y hacia atrás y al momento de la fuga zapatean formando círculos. Los acompañan dos violines y un arpa.
Otra danza es la de los huancas o huanquillas, con ocho o diez bailarines cuya vestimenta es la siguiente:
Pantalón blanco, túnica de seda de color variado con capa o pañoleta grande de colores vistosos, una corona con espejos en forma de estrella adornada con plumas coloreadas de pavo real. Usan una máscara de tela metálica, en los escarpines llevan pendientes sonoros cascabeles, en la mano portan una macana de madera y una espada corta.
La danza es acompañada por tinyas y rayones (flautas grandes) y simulan combates en forma de rondas, con ritmo pausado.
Durante la fiesta del Señor de la Soledad, en Huaraz, el 3 de mayo, se presentan estos y otros danzarines, mientras que los artesanos elaboran los famosos "velones" amarillo-oscuro característicos del lugar.
La shacsha es una danza muy característica de Huaraz, bailada generalmente por trece personas, acompañadas por dos chiscas (pequeñas flautas), dos tinyas y un violín. La vestimenta consiste en pantalón estrecho y blusa femenina, ambos de color blanco con ribetes de color azul.
Lucen una corona de cartón forrada con tela blanca, con plumas de pato teñidas de diversos colores, colocadas sobre pelucas largas de cabellos sueltos o trenzados.
En las pantorrillas llevan unos escarpines de colores, de donde cuelgan infinidad de semillas sonoras denominadas shacapas, de cuyo sonido característico, "shac... shac", proviene su nombre. En la danza ejecutan movimientos de saltos, contorsiones y figuras coreográficas hermosas, guiadas por uno de ellos llamado "campero", que se distingue por tener dos ribetes azules en su vestimenta.
Todos ellos llevan máscaras de tela metálica pintadas a semejanza del rostro humano (Fuente: Juan de Dios Alba, revista Queymi del Instituto Nacional de Cultura, Filial Ancash). La danza de las pallas es típica de la provincia de Corongo, sobre todo en la fiesta del patrón San Pedro (29 de junio).
Se dice que la mujer coronguina luce sus más hermosos vestidos para presentarse ante el Inca y "pedirle perdón por los pecados y los errores cometidos, ofreciéndole en su pechera todos sus tesoros guardados, para su absolución". En la cabeza llevan una corona de flores de tela y plumas de color verde, en la frente joyas y piedras preciosas.
En la parte posterior cuelga un manojo de cintas de colores. Usan aretes y gargantilla de oro, en la mano un rosario. Una pieza importante es la pechera de forma triangular adornada con monedas de oro y plata. Fue justamente esta atractiva vestimenta la que consiguió el galardón de mejor traje típico en el concurso Miss Mundo 1982
ARTESANÍA
Como en cualquier otra parte, cumple fines artísticos, ornamentales y utilitarios. Hay artesanos dedicados a la confección de ropas típicas, bordados de polleras, fabricación de cruces típicas que se colocan en los techos de las casas y de velones de cera para las procesiones, etc.
Son destacables las frazadas de lana de Chavín, la cerámica de Taricá y los trabajos de totora en Chimbote. Los principales productos artesanales son el fierro forjado, el repujado en cuero y la cestería.



Apurimac
Aunque prácticamente todos los pueblos y caseríos de este departamento tienen sus propias celebraciones de carnaval, los carnavales de Abancay y Andahuaylas representan el resumen de todas las danzas y cánticos de la región, festejándose de cuatro a ocho días.
En Abancay, el miércoles de Ceniza las comparsas se dirigen a Tamburco, donde realizan bailes para despedirse hasta el nuevo año, regresando a sus respectivos pueblos.
Durante el carnaval, las "pandillas" y comparsas bailan por las calles. En las provincias altas, las danzas representan manifestaciones de la vida cotidiana referidas a la ganadería, la agricultura y las relaciones de pareja. Es característica también, como en muchas otras zonas andinas, la celebración de las yunzas.
Según la descripción de Mildred Merino de Zela:
"La música del famoso carnaval abanquino, triunfal y contagiosa, es común a todos los grupos y clases sociales. Con ella bailan la señora mestiza y los campesinos indígenas, entre guitarras, quenas, tínyas y cascabeles."
Durante el carnaval se baila la música propia de la fiesta, en grupos que recorren interminablemente las calles con el vestido de centro' usual, jugando al secollo -desafío con látigos-, al pakí -lucha con el puño cerrado golpeando contra el antebrazo- etc."
En la espectacular "danza de los negritos" de Navidad se lucen lujosos vestuarios, con malabares de zapateos, acompañados por el canto de las mujeres (huaylías o huaylillas).
Pero en todos los bailes el ethos andino ha conservado y acumulado transformándolas y asimilándolas, amalgamándolas con sudor y vida, las creaciones más remotas de la cultura antigua india, con las procedentes del mundo occidental, desde el siglo XVI hasta nuestros días.
Es el proceso de indíanízación de lo europeo, es la corrida de toros convertida en yawar fiesta (fiesta de sangre). Es el minué, la gallarda, la pavana, la alemana, la zarabanda, la gavota, el rigodón, el pasapié, el pasacalle, etc., todas estas formas de la danza que practicaban en los salones rococó los emperifollados reyes, príncipes y aristócratas europeos, convertidas ahora en pantomimas satíricas, en parodias con monteras, medias de seda, chaquet y máscaras, jolgorio y chicha.
Y así han nacido y se conservan en Apurimac, en todos sus pueblos, cientos de danzas de raíz europea, cubiertas por una capa india de plumas y flores y flautas de caña, que les dan un colorido y una originalidad admirables.
Entre ellas caben destacarse la de los negritos, danza acrobática en la que, no obstante su nombre, no hay ningún negrito y si más bien personajes satíricos como la Vieja y el Viejo; la de las huaylias, usual en las fiestas de Navidad y Año Nuevo, con cuadrillas de mujeres vestidas de blanco que portan altos bastones adornados con cintas y sonajas, y que desfilan bajo arcos de pañuelos y flores de papel; la de las tijeras, conocida también como "gala", tradicional también en Huancavelica y Ayacucho.
Generalmente la danza es efectuada por una pareja de varones o dansaq, que bailan en contrapunto, realizando pruebas de destreza, no exentas de peligro.
La figura del dansaq fue inmortalizada en varias novelas del escritor apurimeño José María Arguedas y protagoniza su cuento "La agonía de Rasu Nití".
ARTESANIA
El artesano apurimeño produce, por lo general, objetos de carácter utilitario, como por ejemplo vistosos tejidos (ponchos, alfombras) en lana de alpaca u ovino; también practican el repujado en cuero y la cerámica.
Los pobladores del distrito de Chiara (provincia de Andahuaylas) destacan en el arte del hilado y tejido de telas, mantas, frazadas, chumpis (fajas), etc., adornadas con figuras de animales, plantas y aves.



Arequipa
Hay que vivir en Arequipa para sentir el yaraví, porque la música y la letra de esta expresión musical popular se consustancia con la idiosincrasia del hombre arequipeño.
La música del yaraví tiene la dulce tristeza del abandono y quienes lo escuchan no viven lo que el verso dice, sino su propio verso. Musicalmente, Arequipa es el yaraví; en las vihuelas, cuando brotan sus acordes, el cholo se torna trágico y abandonado y hasta la voz se le quiebra y ulula, pues además de causar dolor la triste música y amargura su letra, parece transportarlo hacia añoradas épocas lejanas.

El yaraví, en la época de Mariano Melgar, cruzó el linde de la aldea y voló por el sur del Perú y Alto Perú hasta Tucumán, en las voces y las guitarras de los traficantes y de los soldados de Goyeneche y Tristán. Y al morir el héroe de Huamachuco se tomó en símbolo no sólo del amador romántico y de su Silvia inalcanzada, sino de Arequipa, rebelde, revolucionaria y patriota.

ARTESANIA

La artesanía arequipeña ha tenido relieve desde su florecimiento en la época colonial y el artesanado mistiano logró descollar, pero aisladamente.

Por ello no se puede hablar específicamente de una rama, salvo de la artesanía del sillar, que si logró realizaciones notables conexas con la arquitectura, y de la talabartería, con particularidad en la manufactura de sillas de montar, que cobraron fama en el sur del país.

El desarrollo de la industria del cuero, desde hace varios años, fue cauce para que el artesano arequipeño lograra creaciones de verdadero valor, tanto en la curtiduría como en la fabricación de diversos artículos, cuya calidad alcanzó merecida fama, no sólo en el país sino también en el extranjero, destacando las curtiembres América e Ibáñez.

En díez ramas de la artesanía, en Arequipa se producen alfombras, candeleros, azafates, faroles, mirillas, juegos de ajedrez, collares, pulseras, botones, tabaqueras, cofres, mesas de sillar, retablos, maceteros, estufas y píes de lámpara del mismo material, platos decorativos de bronce, cubiertos, alfileres y tupís de plata, cojines de bayeta, guitarras, mandolinas, charangos, monturas de cuero repujado, chales, chompas de lana de alpaca hilada, etc.
Ayacucho
Notoria fama en toda la República y algunas de sus ceremonias, fiestas y artesanías atraviesan ya las fronteras del país. Allí están sus bellísimos retablos, cruces, capillas y figurillas de danzantes, adornando miles de hogares y salones del mundo.
Son célebres su Semana Santa, tan cargada de dolor, con himnos religiosos en quechua, procesiones con hermosas efigies españolas rodeadas de una imponente masa de hombres y mujeres indígenas con severas vestiduras, y sus ferias que se remontan a la colonia, en las que se hace un vivo comercio, se canta y se baila.
Hay numerosas danzas como las de "los corcovados" y "los arrieros", viajeros en hermosos caballos de enchapadas monturas y riendas de plata. Pero el señor indiscutible de las fiestas es el casi mitológico danzaq, quien al hacer sus pruebas implorará "Taytallay juaníkillo" ("Diablo, padre mio"), aun cuando baile en homenaje de algún santo.
Sus tijeras, provenientes de Pullo, en Puquio, "las hicieron los auquis, y la laguna de Yauriviri les dio su voz". Las fiestas agrícolas y pecuarias tienen música y canciones especiales y sus ceremonias conjugan sus creencias mágico-religiosas.
La fiesta de la limpieza de las acequias muestra la forma cooperativa en que alegremente ejecutan sus faenas y es ocasión para escuchar el sonoro wakra en cuya confección son especialistas los legendarios morochucos. También caracterizan a Ayacucho sus huaynos y yaravíes con fuga.
Una de las más populares melodías es "Adiós pueblo de Ayacucho". Durante los carnavales menudean las comparsas, los "cortamontes" y las "harascascas", en donde bailan todos por las calles al compás de conjuntos de músicos.
Y quien al partir de Ayacucho haya escuchado un karawi cantado por sus mujeres, siempre recordará la inolvidable despedida.
SEMANA SANTA AYACUCHANA
La Semana Santa de Ayacucho es uno de los sucesos más notables dentro de las tradiciones religiosas y costumbristas y sin duda de un colorido localista pocas veces igualado.
Impresionante como acto de fe, tiene los ribetes de un gigantesco drama colectivo que durante una semana llena los ámbitos de la ciudad, ya que en él participa la población entera. Se calcula, además, en 15 mil el número de visitantes por estas fechas.
La singular representación del drama del Calvario que todos los años, en el mes de febrero, tiene lugar en Ayacucho es casi tan antigua como la ciudad misma y con el correr de los siglos se han ido amalgamando en esta conmemoración las ideas, costumbres y creencias importadas a la región por los españoles, con seculares tradiciones indígenas y paganas.
Y si hay algo que llama la atención del visitante es esa mezcla, para muchos incomprendida, de respetuosa unción religiosa con festejos populares y ferias comerciales.
El Domingo de Ramos se bendicen a las 7 de la mañana en la catedral las flores y las palmas que llevarán los niños que acompañarán a una imagen de Cristo sentado en un pollino.
Ya desde este momento toda la población vive prácticamente en las calles, que se ven también animadas por peregrinos de toda la región y comerciantes que han llegado a realizar sus transacciones feriales con sus acémilas cargadas de mercaderías o sus recuas de ganado vacuno, cabrio y lanar.
Casi a la misma hora sale del templo de Santa Teresa la procesión con la imagen de Cristo sentada en el pollino. Doce hombres con vestidos especiales representan a los doce apóstoles y siguen a la imagen por el jirón 28 de Julio y la plaza de armas.
El Lunes Santo sale una sencilla procesión del templo de la Merced, a las 8 de la noche, llevando la imagen del Señor del Huerto. Seguido también de una multitud recorre el parque Sucre.
El Martes Santo es la procesión de la imagen del Señor de la Sentencia. El cortejo comienza a las 7 de la noche en la iglesia de la Amargura.
El Miércoles Santo sale de la iglesia de Santa Clara, a las 8 de la noche, la procesión con la imagen del Nazareno. Es un acto impresionante de admiración y respeto popular en el que se rememora el camino del Calvario y el encuentro de la Virgen con su Hijo, rumbo de la crucifixión.
El Jueves Santo se realiza en la catedral la misa de consagración de los óleos. El obispo lava los pies a doce pobres.
El Viernes Santo, en la histórica pampa de Chupas y en Llañupampa (detrás del cementerio), se realizan típicas ferias regionales. Al mediodía la gente va a escuchar a muchas iglesias el "sermón de las tres horas".
A las 8 de la noche sale del templo de Santo Domingo la procesión del Señor del Santo Sepulcro. Acompañan a la imagen yaciente coros formados por caballeros de la ciudad. Y una numerosa multitud los sigue.
El Sábado de Gloria es un día de fiesta. Estalla la alegría en forma desenfrenada. Repican las campanas las numerosas iglesias después de dos días de silencio. Festejos populares, los pintorescos morochucos, peleas de gallos y la feria del cerro Acuchimay.
El Domingo de Resurrección sale a las 4 de la madrugada la procesión de la Aurora. Despidiendo a las últimas sombras estallan decenas de cohetes y bombardas. Sobre un cielo rosicler se dibujan, con un enjambre de cirios encendidos, las inmensas andas, sobre las que va el majestuoso Señor de la Resurrección.
ARTESANÍAS AYACUCHANAS
En el terreno religioso, por ejemplo, el hombre andino vive su nueva religión "como algo nuevo e integrador en el seno de la sociedad colonial".
Y esta progresiva identificación de un pueblo con la fe en un nuevo Dios al que reconocen como el verdadero lo impulsará a construir la primorosa y típica iglesia ayacuchana de barro cocido, altares portátiles (retablos), las brillantes cruces ayacucbanas, etc., aflorando así en la artesanía la expresión espiritual, y describiendo además en forma ingenua y enternecedora en sus retablos, mates burilados, etc., diversos aspectos de la vida cotidiana del pueblo, procesiones, nacimientos, corridas de toros, símbolos de la Pasión de Cristo, etc.
Los talleres de los artesanos ayacuchanas se agrupan en determinados barrios.
Elaboran toda suerte de utensilios, decorados con escenas costumbristas -retablos, mates burilados, iglesias de barro cocido, figurillas de piedra de Huamanga, trabajos en cuero, filigrana y cincelados en plata, tejidos multicolores, artículos de piel de alpaca, hojalateria, etc.-, que actualizan la expresión rigurosamente autóctona de las vasijas funerarias preincaicas e incas.
PLATERÍA
En Ayacucho también podemos ver el fino arte de la filigrana y el cincelado de plata, de tanta nombradía en todas las épocas.
En la filigrana, el platero ayacuchano ha transformado el metal en fino y delicado hilo con el que realiza los más bellos trabajos: objetos de adorno como prendedores en forma de mariposas, frutas, aves.
O decorativos de mayor volumen como pavos reales, gallos, etc., infinitamente más ricos que los llegados de España. Los artistas ayacuchanos cincelan la plata de nueve décimos a pulso.
Así realizan marcos para imágenes y muy particularmente para espejos, cubiertos, bandejas, plata sobrepujada sobre madera, etc. que alcanzan rebuscamientos que dejan muy atrás a todos los rococó.
ALFAREROS
Ya hemos dicho que las principales familias de alfareros residen en el pueblecito de Quinua y el objeto central es la típica "iglesia de Quinua", en cuya confección los alfareros se permiten toda clase de audacias, invenciones y posibilidades de creación. Ninguna se parece a las demás, aun cuando hayan sido hechas por el mismo alfarero y bajo la presión de una demanda bastante urgente.
Las figuras son pintadas y la mayoría de ellas muestran algunas decoraciones florales en blanco sobre fondo rojo o pardo uniforme. Algunas llevan una hendidura en la espalda, y sirven de alcancías.
INSTRUMENTOS MUSICALES
Es de fama la artesanía de instrumentos musicales: el charango (una especie de pequeña bandurria) de Pacaycasa y Huayllapampa, que el indígena toca en las noches víspera de ferias, novenas y grandes fiestas; y el mestizo en sus jaranas y serenatas.
La tinya (especie de tamborcillo de los indios) se hace con piel de gato o corderillo. Cuentan que si las pieles han sido robadas el instrumento es más sonoro y mágico. Pero la tinya de gato sólo la tocan los audaces porque "hace pelear".
Su música es imprescindible durante la construcción de casas, fabricación de tejas y adobes, en los carnavales, en el vaca-yerrai o hierra de las vacas.
La antara, un instrumento rústico pastoril compuesto de varias flautas de caña huecas juntas (cinco o más carrizos), es usada en la fiesta de la Cruz, para el velacuy o velación de la víspera. Muchas veces acompañada de tinya es motivo de competencia de varias parejas.
El wakra o "toro-corneta" está hecho con los cuernos de un toro. Es instrumento obligado de las fiestas de toros y acompañando las andas de las procesiones.
El kauka, arco de zuncho y cuerda de tripa o cerda, es instrumento musical y juguete infantil en que los niños pulsan variadas melodías.



Cajamarca

El mestizaje del pueblo cajamarquino, confluencia de razas heterogéneas, es quizá la explicación para la presencia de un folclor tan rico en matices y tan abundante en picardía y gracia, en Cajamarca.
Nazario Chávez Aliaga, en un estudio sobre el rico folclor cajamarquino, menciona una de las características del habla local: “ cierto dejo o canto final al hablar, y el uso de aumentativos o diminutivos (golpazo, ratito, etc.)”
Los cajamarquinos cantan a todo. Y en sus versos, muchas veces improvisados, resaltan el amor la ingratitud, la patria, la esperanza, el dolor. También saben reír con picardía.
El espíritu religioso del cajamarquino, por temperamento y por ancestro, aflora en los versos de las pallas, en las procesiones.
Las danzas de Cajamarca son variadas y muy difundidas, por lo que merecen perdurar en el tiempo. Para que ello ocurra, es menester que su difusión y práctica se promuevan prioritariamente.
Cabe mencionar como expresiones folclóricas:
·         La cachua o cashua
·         Chunchos o danza blanca
·         Las pallas y
·         El carnaval de Cajamarca
 en el medio escolar.
Cachua o cashua: Baile típicamente cajamarquino, caracterizado por su desplazamiento lento y suave; no se acostumbra el zapateo. Una variante denominada "gavilán" consiste en quitarse el pañuelo entre las parejas.
Chunchos o danza blanca: Son grupos de 12 o más danzarines vestidos con saco y pantalón de color blanco sujeto por maichales (semillas), que sirven como adorno y emiten agradables sonidos al compás del baile. Usan pañuelo de color en el cuello, portan una bandera y llevan además una calabaza con chicha.
Otros personajes de esta danza son el "chuncho negro" que lleva saco azul u oscuro, una máscara de color negro con aplicaciones de vivos rojos, marcando ojos, nariz y orejas, y un látigo con mango de madera; el "capitán de baile", que dirige la danza y los pasos para realizar diferentes figuras; el "negro", personaje gracioso, que asusta y hace chistes a los espectadores, recolectando las viandas de comida para el grupo. Entre lo más característico del baile está dejar el pañuelo en el suelo y recogerlo con la boca.

Pallas: Danza efectuada sólo por mujeres alegres y bonitas, con mucho garbo y estilo. Llevan una vestimenta elegante y atractiva, consistente en un sombrero blanco con cinta negra, blusa de color celeste, blanco o rosado, pechera bordada, anaco o pollera plisada de color negro, aretes largos, gargantillas y sortijas en todos los dedos. Las pallas van bailando y cantando por las calles dirigidas por una capitana que va dando la voz para que entonen diferentes canciones.
Carnaval de Cajamarca: El Carnaval de Cajamarca ha adquirido características muy propias y con la participación de instituciones, barrios, etc. La celebración dura aproximadamente un mes, pero los días centrales se reducen a 8.

Estas danzas no son las únicas del departamento, pero son unas de las de mayor reconocimiento en el país. Por tanto, la responsabilidad de sus aficionados es mayor, no sólo en lo que a su presentación local respecta, sino en su difusión fuera de Cajamarca, ya que con ello promueven su conocimiento y, al propiciar que sea admirada, fijan en la mente del observador de la danza la imagen del lugar de donde ésta proviene.
Los visitantes, por su parte, suelen disfrutar y participar de todos los movimientos y aprecian lo novedoso de los ritmos y significados de las danzas.
A nuestro entender, las danzas tienen un rol trascendente en la puesta en valor de Cajamarca en el mercado turístico. Y es que la música, el vestuario y la coreografía de sus danzas grafican claramente el alma del pueblo cajamarquino.




Callao

En la ciudad de Lima se conserva todavía aquella agudeza de ingenio, la gracia en el chascarro y en la fina ironía, aquella disposición ligera de ánimo que, se diría, no toma en serio la vida.
En la literatura, esa traviesa disposición ha dado lugar a un género peculiar, espontáneo y risueño, conocido como "criollismo".
La distinguida folklorista Midred Merino de Zela apunta que "Lima dio a luz el criollismo como una depurada conjunción de lo nativo y lo hispano filtrado por el terruño y ha impreso su sello en todas las actividades: hay música criolla como política criolla y gracia criolla, Y se ha "acriollado" toda la costa peruana".
Las sabrosas comidas y dulces criollos son otro capítulo amplio y característico del folklore limeño, que ha generado restaurantes típicos, a las vivanderas y vendedores ambulantes.
Las procesiones -como la famosísima del Señor de los Milagros-, los toros, las ferias populares, las romerías al cementerio, las fiestas patrias, la venta ambulatoria de todo cuanto se pueda imaginar, configuran una enorme gama de personajes y costumbres populares limeños, plenos del encanto de la espontaneidad, del color y de la intensa fuerza vital de la cotidianidad que envuelve a la ciudad de Lima.
EL CRISTO DE PACHACAMILLA, SEÑOR DE LOS MILAGROS
EI culto a la imagen del Señor de los Milagros, patrono de Lima, se remonta al siglo XVII.
En aquella época, los españoles ubicaban a indios y negros en un barrio adyacente al antiguo templo preinca de Pachacamac, conocido como Pachacamilla. Allí, según la tradición, un mulato pintó sobre un muro la imagen que basta hoy se venera.
En noviembre de 1655 un terremoto castigó Lima, dejando al barrio de Pachacamilla totalmente convertido en escombros, salvo el muro que había pintado el mulato con la efigie de Cristo Crucificado.
La gente tomó este hecho como un milagro, por lo que numerosos devotos empezaron a acudir a este lugar, y a dar testimonio de milagros y gracias que les habían sido concedidos.
La fe popular se acrecentó cuando el muro se mantuvo en pie después de que otro terremoto asolara la ciudad, en 1687.
Fue entonces cuando el cabildo lo nombró Patrono de Lima, fundándose también la hermandad del Señor de los Milagros, cuyos miembros son los responsables cada año de cargar las andas de la venerada imagen, hechas con 450 kilos de plata fina, y que llega a pesar cerca de 2 toneladas a causa de los milagros y ornamentos con que se suele adornarla.
La hermandad del Señor de los Milagros agrupa en la actualidad a 3 500 miembros divididos en 20 cuadrillas, cada una de las cuales cuenta con 120 devotos; además de 2 cuadrillas de cantoras y sahumadoras.
Con el tiempo, se le construyeron un convento y una iglesia, donde se guarda el muro original, bajo el cuidado de las madres nazarenas.
Desde entonces, cada año, una réplica del Señor de los Milagros es sacada en procesión en fechas 18, 19 y 28 de octubre, en medio de una muchedumbre de devotos que conforman la procesión más grande y numerosa de toda América.
EL VALS
Si algún género musical identifica por tradición a Lima, éste es, sin duda, el vals criollo, invención limeña urbana por excelencia que se ha hecho mundialmente conocida.
El vals vienés llegó desde los salones europeos hasta las aristocráticas veladas limeñas.
En poco tiempo el proletariado urbano se adueñó de él, imprimiéndole su propio sello, haciéndolo realmente criollo en todo el sentido de la palabra, proceso que llegó a su máxima expresión en la figura de Felipe Pinglo, considerado como el más importante compositor dentro de este género.
El vals -y la polka criolla- se convirtió en el rey de las jaranas "de rompe y raja", en narrador de la vida en el "callejón de un solo caño", en el depositario de la tradición oral del barrio, en expresión neta del alma popular.
En aquellos primeros años del siglo, cuando no existía ningún tipo de mercado del disco o de la radio, el vals criollo conservaba su carácter de vivencia colectiva, de celebración ritual en todas las fiestas y "jaranas", familiares o de barrio, en las cuales se difundían las nuevas composiciones y los intérpretes se daban a conocer.
Del repertorio vigente en esos años han quedado como testimonio los discos que el dúo Montes y Manrique grabara en 1911, que se han convertido con el tiempo en el primer documento sonoro sobre música popular costeña hecho en este siglo.
Pocos años después, con Pinglo, el vals se haría "intencionado en sus versos, profundo en su melodía y esencialmente mensajero de honda emoción social", al decir del periodista Ricardo Miranda.
Entre los compositores criollos más tradicionales se cuentan a Pedro Espinel, Pablo Casas, Laureano Martínez Smart, Manuel Covarrubias, Máximo Bravo, Eduardo Márquez Talledo, Pedro A. Bocanegra, Alcides Carreño y Manuel Raygada, así como Serafina Quinteras y Amparo Baluarte.
En la década del 50, aproximadamente, el vals entra en un proceso de cambio, al igual que Lima misma y su sociedad. Lima ya no era la misma ciudad tranquila de principios de siglo; se había iniciado la gran migración provinciana, que la convertía inexorablemente en una gran urbe que crecía día a día, donde las condiciones de vida se hacían cada vez más duras y agresivas.
Compositores como Mario Cavagnaro o Augusto Polo Campos trataron de recoger estas transformaciones, incorporando en sus temas la "replana" o "jerga" limeña, consiguiendo con esto un nuevo arraigo entre la población.
Al mismo tiempo, el auge que adquirieron la difusión radiofónica y la industria del disco no sólo significó la introducción de géneros musicales foráneos, sino también implicó que muchos creadores optaran -voluntaria o involuntariamente- por adaptarse a las exigencias técnicas de estos nuevos canales de difusión; por ejemplo, un tiempo límite, exclusión de los "diálogos" o contrapuntos entre intérpretes, imposibilidad de improvisar estrofas, reducir el número de las mismas, etc.
Al respecto, opina el musicólogo Raúl Romero: "Es debido a estas transformaciones que surge la necesidad de crear los "Centros Musicales" luego de la década del 30, cuando el vals parecía dejar algunos de sus rasgos acostumbrados.
Centros como el "Carlos A. Saco" y el "Felipe Pínglo Alva", nombrados así luego de la muerte de ambos autores, se convierten, según César Santa Cruz, en "auténticas peñas donde se guarda la tradición musical"" (En La música en el Perú, Popular y Porvenir, 1988).
Otros compositores de este período son Lorenzo Humberto Sotomayor, Erasmo Diaz, Alberto Haro, Manuel Acosta Ojeda, Luís Abelardo Núñez, Rafael Otero y, entre las mujeres, Alicia Maguiña.
En esta época también se hizo conocido el guitarrista Oscar Avilés, quien se ganó tantos admiradores como detractores por los novedosos punteos con que acompañaba a los cantantes, en los que apenas se podía percibir la base rítmica del compás de 3/4, pero que resultaron ser vistosas e innovadoras introducciones y ornamentos para las melodías.
En medio de este panorama, surge la figura de Chabuca Granda, autora del famoso vals "La flor de la canela" y del no menos conocido "Fina estampa".
Ella, a diferencia de otros cultores del vals criollo, no era de extracción popular, y expresaba en sus temas la nostalgia de los antiguos limeños por la Lima tradicional que se iba perdiendo, y por el tiempo pasado que, sin duda, recordaban como una época mejor.
Chabuca Granda abrió un nuevo camino al fusionar el vals criollo con armonías de jazz y bosanova, tratando de innovar y hacer evolucionar el género, con lo cual, si bien lo enriqueció musicalmente y lo llevó a escenarios internacionales, lo alejó más aún de sus raíces urbano-populares.
En los últimos años han surgido diversas tendencias que han pretendido innovar el vals, aunque sin alcanzar gran trascendencia, quizás porque, en palabras de Oscar Avilés, se ha perdido el "sabor" criollo, "no por culpa de los jóvenes, sino porque no hubo transmisión del mensaje en el momento adecuado, la tradición se quedó en los barrios y no trascendió" (En entrevista publicada en La República, domingo 20 de octubre de 1996).
Cabe destacar, dentro de esta breve reseña, la figura de doña Rosa Mercedes Ayarza de Morales, quien fuera hasta su muerte infatigable investigadora de todos los géneros criollos (incluyendo los de origen africano), aportando además numerosas composiciones.
Entre algunos de los compositores más conocidos recientemente dentro del género hay que mencionar a José Escajadillo, Félix Pasache y Juan Mosto.
EL APORTE AFRICANO
Con la llegada de los esclavos africanos, arribaron también a nuestras costas numerosas voces, ritmos y atuendos distintivos.
Estos se amestizaron durante todo el virreinato, encontrándose actualmente en instrumentos musicales (tales como el cajón y la quijada de burro), ritmos característicos (panalivio, zamacueca o mozamala, festejo, landó, toro mata, socavón, el zapateo y hasta la conocida marinera), y en la particular entonación de las líneas melódicas.
En textos y crónicas del siglo XVIII ya se encuentran referencias y descripciones de los bailes negros, reputados en su época como escandalosos y hasta obscenos; transformados con el tiempo, no sólo han sobrevivido, sino que también se han abierto paso en todos los escenarios, volcándose a todos los públicos.
Actualmente no sólo en las peñas, sino también en las discotecas limeñas consideradas más "exclusivas", no puede faltar una selección de la alegre música negra, que mueve a todos los presentes a la pista de baile.
De toda la música considerada criolla es la que más aceptación tiene en la actualidad entre la juventud. Probablemente su pegadizo ritmo binario la hace más fácil de comprender, entonar y bailar.
Ni siquiera el Vals se ha visto libre del fuerte legado cultural africano y ya se considera imprescindible su acompañamiento con cajón y otros instrumentos de percusión.
A propósito de esto, antiguamente eran célebres las jaranas de la legendaria Valentina, en el victoriano "Callejón del Buque", donde los concurrentes gozaban por igual con valses, polkas, marineras y festejos, interpretados siempre por guitarras y cajón.
La cantante Susana Baca recordaba hace poco, en una entrevista radiofónica, las jaranas de dos y tres días que sus mayores celebraban, cuando era niña; "... y a la hora en que se ponían a bailar la "mozamala" nos enviaban a dormir... los niños, y sobre todo las niñas y jovencitas no podíamos ver cómo bailaban eso las señoras".
Hay que aclarar, además, que los negros siempre se han considerado criollos y que la distinción entre la práctica musical "negra" y "criolla" surge a partir de la década del 50, como consecuencia de "un movimiento de revitalización cultural influenciado por la corriente 'africanista'", según anota en un ensayo la investigadora Rosa Elena Vásquez. Nicomedes, notable decimista, recopiló y grabó numerosos temas negros en un disco que ya es histórico, "Cumananas"; fue además escritor, periodista, investigador, compositor y hábil bailarin.
Similar labor asumió su hermana Victoria, dedicada durante largos años a la investigación y recopilación; actualmente es catedrática en una universidad norteamericana.
Sus sobrinos, Octavio y Rafael, conforman un conocido dúo que ha grabado temas tradicionales negros introduciendo algunas innovaciones. Párrafo aparte merece el conjunto "Perú Negro", que ha llevado por casi todo el mundo las diversas danzas costeñas de origen negro, limeñas y de otras procedencias.




Cusco
El universo de danzas del Cuzco es testimonio de la grandeza del incanato, pues a él llegaron todas las danzas de los pueblos sojuzgados y de allí irradiaron a su vez con magnificencia y señorío", dice la notable folklorista peruana Mildred Merino de Zela.
Desde sus grandiosas fiestas, comenzando por el lnti Raymi y pasando por las grandes fiestas religiosas que dan ocasión a maravillosos bailes y atuendos, el trabajo agrícola es fuente inagotable de bailes, música y cántico.
Los incas trabajaban cantando. El trabajo era fiesta. Durante la faena de la siembra, por ejemplo, el varón obsequia a su elegida con un buen plato de su merienda, moccon tullo, que ella, horas más tarde, corresponderá con el mallki, lindo y sabroso arreglo que semeja un árbol en miniatura.
Entre tanto las cantoras entonan la huanca de la siembra rogando que la cosecha sea buena y abundante.
Entre los bailes más populares y difundidos en todos los pueblos del Cuzco se hallan la kachampa, dentro del ritmo del huayno, indudablemente incaica según el estudioso Luís A. Pardo; la siclla o baile de doctores y abogados, profundamente españolizada; el baile de "chunchos", que imita a los salvajes selváticos, con las cabezas emplumadas y saltando al son de pitos y tambores, acompañados por loros, osos y monos.
Los "pusamorenos" se visten a la usanza española con capa, chaqueta y pantalón corto recamados de plata y oro. Tocan la zampoña y hacen figuras en comparsa al ritmo de tambor, bombo y platillos.
Los "llameros" imitan con su vestimenta a los hombres de la puna y llevan en su atado charqui de llama con maíz tostado, que obsequian al público.
Los "camiles" calzan alpargatas, poncho de vicuña, sombrero de paja adornado con cintas y llevan su alforja al hombro repleta de yerbas y remedios caseros, afanándose en hacer demostraciones de curanderismo.
FIESTA DEL INTI RAYMI
A fines del mes de junio, al empezar el solsticio de invierno, cuando el sol se aleja hacia el norte y coincidiendo con el inicio de las cosechas, se celebraba en el Cuzco el lnti Raymi, la más fastuosa fiesta del imperio de los incas, y posiblemente como apunta el estudioso Luís A. Pardo la más alta y espléndida de toda América precolombina".
En la víspera, en horas de la noche, se apagaban los fuegos en toda la extensión del enorme imperio y en la gran plaza de Huacaypata (hoy plaza de armas) se concentraban los personajes más brillantes.
Entre las sombras, la multitud, despojada de sus sandalias, esperaba con gran respeto y en profundo silencio, la aparición del dios Sol, generales, príncipes, reyes, toda la nobleza venida de todas partes del imperio, muchos de ellos disfrazados de fieras y otros animales de la mitología andina.
Los nobles, generales y altos funcionarios, ricamente ataviados, empuñando sus escudos y sus cetros enjoyados, habían ayunado durante tres días, se habían alejado de sus mujeres y habían masticado la yerba chucan.
"En esta fiesta, el jefe del imperio, con la ayuda de los sacerdotes inducia' al dios Sol, justamente cuando llegaba al punto máximo de su lejanía y comenzaba su aproximación al Cuzco, a volver con el favor de sus rayos a fecundar la tierra y a procurar el bienestar de los hijos del gran imperio del Tahuantinsuyo." "La multitud en cuclillas, con los brazos abiertos saludaba al Sol.
El fuego sagrado era renovado. Un brazalete cóncavo de oro se ponía contra la luz solar, cuyos reflejos se proyectaban sobre un trozo de algodón muy carmenado, el que se incendiaba en breve espacio. La lumbre sagrada era llevada al Coricancha, donde seria conservada por las acllas.
"El Inca cogía dos vasos de oro llenos de chicha, brindaba con el Sol y vaciaba el contenido de cada uno de ellos en una gran fuente de oro que estaba en el centro de la plaza de Huacaypata unida mediante caños especiales con una enorme fuente pétrea.
"Luego el Inca tomaba un sorbo del otro vaso y lo repartía entre los miembros de la nobleza. Después todos desfilaban hasta el Coricancha para rendir pleitesía al Sol.
"El esplendoroso cortejo desfilaba después de regreso a la plaza Huacaypata. Encabezaban el desfile los grandes estandartes del Tahuantínsuyo, los soldados con sus armas, los generales con sus relucientes escudos brillando al sol, los nobles orejones con sus fastuosas vestiduras, las acllas, los reyes y príncipes de las tierras conquistadas.
"Y al final de esa brillante multitud venía la litera del Inca, de oro puro, precedido por los tika taka que esparcen flores en el camino. "En la plaza, frente al ara y al Inca, que invoca al dios Sol, el tarpuntay, sacerdote que tiene a su cargo dar de comer a las huacas, realiza el sacrificio de una llama blanca o negra, entrega las vísceras al capa-rikuy, que hace los vaticinios, mientras el wirapiruj toma el sebo y hace sus augurios observando el humo" (Garcilaso).
Y, comenzando por el Inca, todos comen el sanco (especie de pan de maíz) mojado por la sangre de la llama. Los vaticinios son comunicados al willac umo y trasmitidos por éste al Inca.
En la actualidad, el 24 de junio de cada año se realiza la solemne evocación de este esplendoroso rito inca, con un guión preparado por distinguidos especialistas en la materia.
La representación se realiza en la explanada de Saesahuaman, dado que la extensión de la original Huacaypata (plaza de armas) fue reducida por los españoles.
La inversión para la organización de esta fiesta supera los 250 mil dólares, ya que participan en ella no menos de 200 personajes, con un impresionante despliegue escenográfico.
El personaje principal, el Inca, es elegido a través de un concurso de calificación y su aparición es imponente, en litera cargada por ocho vasallos, luciendo un traje con los colores del Tahuantinsuyo, brazaletes dorados y un adorno de plumas sobre la cabeza.
La ceremonia contemporánea repite, en todos sus detalles, el rito de los tiempos del incario. Una vez que el willac umo ha transmitido la interpretación de los vaticinios, el Inca ordena la retirada, estallando la algarabía desenfrenada que ha de durar varios días.
PROCESIÓN DEL CORPUS CHRISTI
Fiesta movible, en el mes de junio, el Corpus Christi constituye la mayor festividad del catolicismo en la antigua capital de los incas. Vírgenes y santos de las iglesias de la comarca salen para "visitar" la catedral, ricamente vestidos en sus andas enjoyadas.
Aunque el Corpus siempre cae en jueves, la fiesta comienza el día anterior, cuando se realizan las clásicas "entradas", como se denomina a la llegada de las imágenes a la catedral, traídas a pie o en camión para que, reunidas con los demás santos y vírgenes, "duerman" en el mencionado templo.
Al día siguiente millares de peregrinos venidos de diversos pueblos esperan en la plaza de armas la salida de las imágenes y la tradicional vuelta procesional a la plaza. Los caracoles marinos de los pututcros resuenan profundos en su llamado, la campana catedralicia -la Maria Angola- contagia su repique puro a las campanas de todas las iglesias y los cohetones caminar de rodillas sobre la nieve.
La antevíspera se realiza la procesión de la Virgen y la cruz de Tayancani, que es conducida bajo una achiwa o sombrilla incaica. Al día siguiente los ukukos (disfrazados de osos) y los machus (viejos) suben a los glaciares y retornan al rayar la aurora cargando sobre sus espaldas bloques de hielo.
Cuanto más grande es el bloque -imaginan- mayores serán las bendiciones conseguidas. Luego todos se dirigen donde están los "celadores" y les cuentan sus pecados pidiendo a gritos castigo. Entonces la nieve se cubre de hilos de sangre que caen de las heridas abiertas por los azotes.
En esta fiesta llena de belleza ingenua y brutal, enmarcada por un paisaje abrumador, están prohibidos la embriaguez y contactos sexuales que proliferan en otras celebraciones. Dos versiones que se remontan a 1780 sustentan este culto mágico-religioso que se lleva a cabo los días 14, 15 y 16 de junio.
Ambas son muy semejantes, difiriendo sólo en algunos detalles. Dos hermanitos pastoreaban sus ovejas y en determinado momento uno de ellos se alejó, apareciendo en su lugar un niño vestido con túnica blanca fosforescente, en una versión, y con un vestido de seda, en la segunda.
El brillo de la vestimenta del niño llamó la atención de algunos vecinos de Urcos y Pacchanta, quienes lo encontraron crucificado en un árbol, junto a una roca en la que Fabián Palomino pintó la imagen de Cristo, que es la que adoran los peregrinos.
En la segunda versión, el niño se asusta al verse perseguido y se rasga el traje de seda en el cerro Ccolquepunku, quedando la imagen de Cristo grabada en la roca, frente a las faldas del nevado Ausangate.
Cerca de 50 mil peregrinos, no sólo del Perú sino también de Argentina, Chile y Bolivia, recorren a píe los 9 Km. que separan el pueblo de Mawayaní y el santuario, ya que este pueblo es el último punto al que llegan los buses y camiones desde Urcos. De Cuzco a Mawayani hay 138 Km. de carretera afirmada.
Con temperaturas mínimas de -4 °C y a casi 5 mil m de altura, los peregrinos solicitan mejores cosechas y salud para sus familias y animales.
EL SEÑOR DE LOS TEMBLORES
Patrón jurado del Cuzco, es la imagen más venerada de la comarca y se encuentra en la catedral. Desde que Carlos y despachó desde Cádiz la famosa imagen, ningún pincel profano se ha atrevido a retocaría.
El tiempo, el polvo, el humo del incienso y de los cirios han ennegrecido la imagen, convirtiéndola en un extraño Cristo indio, de aspecto aterrador bajo su corona destellante.
Erguida sobre sus andas de plata sale esta extraña imagen en procesión en la tarde del lunes de Pascua. Flores de nucho, altares con banderas, espejos, balcones con tapicerías con franjas de oro, petardos y cohetes, ríos de chicha, repique de campanas, masas de indios descalzos y sudorosos con atuendos coloridos, imágenes ricamente aderezadas... tal es el abigarrado conjunto de esta procesión tremenda, que se desarrolla entre clamores inauditos y lluvias de flores.
VIRGEN DEL CARMEN DE PAUCARTAMBO
Entre el 7 y el 17 de julio tienen lugar estas celebraciones en la capital de la provincia del mismo nombre, ubicada a más de 4 300 m de altura y a poco más de 100 Km. de Cuzco, camino del valle de Kosnipata o valle de Humo, en cuyas inmediaciones abundan la quinua y la kiwícha.
La fecha central es el 16 de Julio, cuando sale en procesión la imagen de esta virgen que, de acuerdo con la tradición, fue salvada de las aguas del Amarumayo a donde había caído "con el pecho herido por las flechas de los chunchos", según Alfonsina Barrionuevo.
La misma investigadora refiere que "en su fiesta la mamacha se viste como una princesa y sale con un parasol inca fabricado con plumas de guacamayo, querubines de carne y hueso forman su corte y los qhapaq chunchos, sus bailarines favoritos, hacen guardia en torno a sus andas.
Por tradición los colores de su cara son señal de buen o mal augurio: sí está rosada como los frutos del molle que fermentan para la chicha vendrán épocas de bienestar, en cambio si sus mejillas palidecen hay que temer sus enojos".
Entre los danzantes que participan y bailan hasta tres días seguidos, pueden mencionarse los saqras, comparsas de diablos; los huaca huacas, que parodian las corridas de toros; la contradanza, baile influenciado por la cultura francesa, que parodía a los artesanos; los sicllas, que se burlan de la justicia de los blancos; otras escenas como las de la "guerrilla" (simulación de la batalla entre chunchos y collas) y la del "bosque" (arrojo masivo de frutas con ánimo lúdico).
Al final, la bendición de la Virgen en el puente Carlos III. Siguen luego las celebraciones y hay oportunidad de probar las pachamancas, carne seca, cuy asado, soltero de habas, adobo, lechón al horno, cachun chuño (chuño cuajado con queso y leche) y la quinua atamalada.
EL SEÑOR DE HUANCA
El santuario del Señor de Huanca, ubicado en el cerro Pachatusán, distrito de San Salvador, provincia de Calca (a 50 Km. del Cuzco), es uno de los más importantes lugares de peregrinación desde hace más de 200 años, sobre todo cada 14 de septiembre.
La imagen que se venera es la que en 1675 pintara un humilde minero de Chinchero, Diego Quispe, a quien se le apareció el Señor luego de que se escondiera en la región para huir del régimen esclavizante de las minas.
Después de un milagro en favor de un devoto boliviano, casi un siglo después de estos hechos, se inicia la devoción que en la actualidad congrega a peregrinos no sólo del Perú, sino incluso de Chile, Bolivia y Brasil.
Se dice que para que se cumpla una petición hay que visitar al Señor de Huanca tres años consecutivos. Muchos llegan con un carro o una casita de juguete y los depositan a manera de ofrendas al pie de la imagen, con la esperanza de poder obtener dicho objeto realmente.
TIKARANTICUY (MERCADO O VENTA DE FLORES)
Se realiza en vísperas de Navidad, con todas las plantas ornamentales, silvestres y medicinales propias de la región, en un espectáculo lleno de color.
SANTURANTICUY (MERCADO O VENTA DE SANTOS)
Feria navideña que se remonta a los tiempos coloniales, probablemente al siglo 16, cuando se fabricaban artísticos arcones para las familias, monasterios y conventos principales del Cuzco.
Dura todo el día y toda la noche del 24 de diciembre, se celebra en la plaza de armas, pudiéndose degustar los afamados "ponches". En el transcurso de esta fiesta se exponen todos los artículos de artesanía popular de diversos pueblos. Son bellas figurillas para alegrar las fiestas navideñas.
Al pie de las gradas de la catedral se venden artículos de barro cocido traídos de Pucará y Puno. Últimamente también se venden miniaturas de objetos (camiones, tractores, etc.) para colocarlos como ofrenda en el nacimiento, y que representan el favor solicitado.
En los distintos portales se acondicionan los vendedores de artículos de lana, objetos de madera, de yeso, etc., velas de diversos colores y decorados, figurillas de pastores con vestimenta típica, cartón pintado, etc.
La figura protagónica es, sin embargo, la del niño Dios, el "Manuelito" -versión peruana del pequeño Emmanuel de Belén-, "el santo niño que llega con la música celeste de los phallalla phalchascha o pitos de agua" (A. Barrionuevo).
La imagen representa a un niño de piel blanca y cabellos muy negros, ojos de vidrio, paladar de espejo y cabellos humanos obtenidos del primer corte de pelo de los niños.
CRUZ VELACUY (VELADA DE LA CRUZ)
Se realiza en la noche del 2 de mayo en distintos pueblos de la región, haciéndose el "amarre", acto en el que se preparan los altares con flores, figuras de papel, velas o fuegos artificiales. Hombres y mujeres agarrados de las manos beben y bailan toda la noche hasta el amanecer acompañados de bandas de músicos.
Al día siguiente todas las cruces van en procesión hasta los templos, para la celebración de la misa. Las más interesantes son las de los cerros Peñón del Ángel, Fortaleza, Picchu y Tetecaca.
ARTESANIA
Continuando con la valiosa herencia dejada por el incario, la artesanía popular cuzqueña es una de las de mayor categoría del país. Pero en gran parte esta maravillosa artesanía se está perdiendo.
En San Blas, los famosos "sambleños" continúan elaborando a mano, con masa de maguey, sus luminosas figurillas de santos, magos, niños, dioses, fiestas religiosas, procesiones, etc. Pero cada día son menos las familias que se dedican a estos menesteres.
Entre las más conocidas se hallan los Mendivil: Hilario y Georgina. El primero, descendiente a su vez de una familia de artesanos, lamentablemente fallecido, creó hacia 1952 un estilo de figuras policromadas de cuellos largos (arcángeles, vírgenes, incluso animales), de gran aceptación, aunque en un principio fueron calificadas de "deformes".
Esta idea cambió diametralmente luego del apoyo que el artesano recibiera de los artistas José Sabogal y Alicia Bustamante.
Son también notables sus retablos, sus escenas de procesiones y de episodios del evangelio. La familia de su esposa Georgina también exhibe tradición artesanal: su abuela era velera, su padre restaurador y tallador de madera, y su madre ceramista.


Huancavelica
Aunque es una conocida y espectacular danza común a varios departamentos que corresponden a las áreas culturales chanca (Huancavelica, Ayacucho, Apurimac y una porción de Arequipa), en Huancavelica presenta su propio estilo y música, de características originales.
Aquí los danzantes son conocidos como tusuq, mientras que en Apurimac son llamados saqras y en Ayacucho dansaq. Según estudios antropológicos realizados en 1990, hay documentos y crónicas que demuestran que ya en 1600 esta danza era extensamente practicada.
La cuna de los danzantes de tijeras en Huancavelica es el pueblo de Paucará (Acobamba), donde, desde tiempo atrás, todas las fiestas costumbristas se realizan con este acompañamiento. Los antecesores de los danzantes de tijeras, eran considerados sacerdotes, adivinos, brujos y curanderos y eran muy respetados por el pueblo.
Al llegar los españoles y desterrar las ancestrales costumbres agrícolas para establecer las mitas mineras, fueron también los principales perseguidos, puesto que se resistían a abandonar sus tradiciones ancestrales.
Llamados entonces (hijos del diablo), se refugiaron en las alturas más inhóspitas.
Como los españoles no lograron borrar la cosmovisión y mitología andinas, aceptaron integrarlos a su sociedad con la condición de que danzaran en honor al Dios occidental; es decir, que participasen en los rituales de la religión católica, con la cual someterían a los pueblos.
En la actualidad, la danza de tijeras es una danza clásica, ritual, de carácter mágico y religioso, en la que se representa coreográficamente a los espíritus de la pachamama, yacumama, hanaccpacha, ucupacha y otros wamanis (dioses andinos), así como diferentes aspectos de la vida del poblador de la región.
Históricamente, su escenificación está vinculada a movimientos mesiánicos andinos o de reivindicación religiosa y cultural, en sectores con una fuerte raíz prehispánica. Coreográficamente, la danza está influenciada por los bailes que los españoles trajeron consigo, especialmente las jotas, contradanzas y minués, así como por la vestimenta de los grandes señores virreinales.
El uso de las tijeras, constituidas por una tijera hembra y otra macho, se debe a un proceso histórico donde los tusuq, sometidos a las explotaciones mineras y de fundiciones, buscaban una aleación de metales que expresase sus sentimientos y los espíritus de sus antepasados.
El atuendo de los danzantes es variado, dependiendo del personaje y de las circunstancias. En la época colonial empezaron a imitar los brillantes uniformes militares, con ciertos cambios de acuerdo al gusto personal.
Así los bordados con hilos metálicos fueron poco a poco representando los seudónimos de los danzantes y figuras de la naturaleza que aparecen en los trajes actuales, integrados por plumajes, sombrero, peluca, pechera, camiseta, casaca, faja, pantalón, mangas, medias, plantillas o zapatillas, pañuelos, guantes, y por supuesto las tijeras.
La danza de las tijeras en Huancavelica se puede clasificar en: danza mayor o de competencia (atipana-cuy); danza menor, que se baila por las noches; y zapateos, ejecutados en las festividades navideñas. Los danzantes tienen una vocación  sacerdotal, iniciando su aprendizaje, que se transmite de generación en generación, durante la infancia.
RELIGIOSIDAD POPULAR
En Huancavelica, todas las fiestas religiosas tienen, como parte integral de las celebraciones, numerosas estampas costumbristas llenas de alegría y jolgorio, con excepción única de la Semana Santa, en que se recuerdan con fervor los sucesos del Calvario.
ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS
Es la más típica fiesta religiosa de los huancavelicanos. Desde 1890, cada 6 de enero se representa, a modo de auto sacramental, el viaje de los Reyes Magos hasta Belén y su adoración al Niño Dios.
Al mediodía, los tres Reyes Magos parten a caballo del templo de San Francisco, y en cada esquina pronuncian discursos acerca del motivo del viaje que los llevará hasta el Mesías.
Los diálogos se suceden hasta la plazoleta de Santo Domingo, donde se levanta un tabladillo; tras un breve descanso, simulan estar en Jerusalén y preguntan por el Mesías prometido.
Herodes, instalado en el atrio de la catedral, los manda al mar, y con ellos se entabla otro diálogo para indagar sobre el motivo de su viaje Luego los Reyes Magos continúan su recorrido hasta el atrio de la iglesia de San Francisco, donde se ha instalado un pesebre; allí se postran y reverencian al Niño, la Virgen y San José.
FIESTA DEL NIÑO PERDIDO
Doce bailarines disfrazados de negros, más un hombre vestido de negra, la "Maria Rosa" o "Manca", y el "Huarasenaja" (que exhibe una máscara de rostro español y un látigo) aparecen en Yananaco, uno de los barrios de la ciudad, y se dirigen a la plazuela de Santo Domingo, de donde salen a la noche siguiente (con atuendos de múltiples colores, sombreros de paja y pantalón blanco) a bailar el "zapatin".
El Niño Perdido sale en procesión cada 14 de enero de Santo Domingo, seguido por sus hermanitos "Ani Corazón" y "Fajardo", con el acompañamiento de su madre Maria Belén y San José.
Terminada la procesión los negros ejecutan durante dos horas otra danza, con pasos sobre los talones. Tras un breve descanso, el grupo sale nuevamente a bailar en las calles.
FIESTA DE SAN SEBASTIÁN
Antiguamente se celebraba escenificando una batalla entre "moros" y "cristianos", disfrazados con máscaras, protegidos con planchas de hierro y gruesas pieles, y armados con garrotes; en ocasiones esta simulación servia de pretexto para zanjar riñas personales, que a veces concluían en la muerte de uno de los contendientes.
En la actualidad la fiesta gira únicamente alrededor del santo, con ferias y fuegos artificiales cada 20 de enero.
SEMANA SANTA
Las celebraciones se inician el Domingo de Ramos, con la feria de Lircay, y concluyen el Domingo de Resurrección con la feria de Huancavelica, reuniendo a comerciantes, ganaderos y campesinos ataviados con sus mejores trajes y que lucen las típicas y coloridas sobre mangas; los jóvenes solteros usan una flor en el sombrero, para indicar que están aún buscando pareja.
El jueves y viernes Santo la población se vuelca a las calles para participar de las ceremonias religiosas.
Entre las procesiones y ceremonias de estas fechas figuran como las más importantes la del Señor del Desprendimiento, la de Jesús Nazareno, de la Virgen de los Dolores y el Santo Sepulcro.
ARTESANIA
La más representativa es la talabartería, el tejido de lana de alpaca y vicuña, la cerámica y el tallado en madera, actividades que se transmiten de padres a hijos y que constituyen una pequeña industria local.


Huanuco
La más acabada expresión artística y popular de la capital (y de todo el departamento) la constituye la Cofradía de los Negritos de Huánuco, que tienen su fiesta central en la Navidad y Pascua de Reyes.
Los orígenes de esta danza están en el trabajo de los esclavos negros en las haciendas coloniales de Huánuco, y en ella se evocan no sólo el ritmo de las faenas agrícolas, sino también el esplendor de las pasadas épocas virreinales, que refulge en el lujo y colorido de los vistosos atuendos.
Los bailarines, de diferentes cofradías o comparsas, bailan en las calles ante toda la población, rivalizando entre ellas en cuanto al lucimiento del valor de los trajes y la habilidad de los bailarines al efectuar sus movimientos y evoluciones.
Los padrinos o "mayordomos" que los contratan también compiten entre ellos en cuanto a la generosidad de las atenciones que brindan (comida, cerveza) y el pago que efectúan.
La danza de los Negritos constituye un original documento coreográfico representativo de la alegría por la libertad y la emancipación.
Inicialmente, los hacendados dejaban temporalmente en libertad a sus esclavos desde el 24 de diciembre hasta el 6 de enero; en ese periodo éstos festejaban y holgaban a sus anchas.
En algún momento empezaron a vestir los trajes de gala viejos de sus amos, para visitar, así ataviados, los templos y nacimientos y adorar al Niño Jesús con bailes y cantos. Así se fue originando la costumbre de contar, en todas las Navidades, con los negritos como número obligado.
Con el tiempo, al llegar la liberación, se incorporaron alusiones a ésta. Los negritos y otros personajes, en número de dieciséis, danzan alrededor de dos figuras centrales, el "turco" y la "dama", símbolos de los privilegiados, quienes soportan las manifestaciones de alegría de la cuadrilla recién liberada mientras otro bailarin de raza blanca enarbola una bandera de la libertad.
La danza es iniciada por dos negros llamados "caporales", quienes señalan a los demás los pasos a seguir, de modo análogo al trabajo en los campos.
Estos caporales visten trajes de terciopelo oscuro, primorosamente bordados con hilos de oro y plata, cuentas de cristal y lentejuelas; llevan en el pecho caprichosos adornos y en los hombros charreteras doradas.
Usan también sombreros adornados con plumas de vivos tonos y cascabeles en las piernas. Máscaras relucientes que remedan rostros de mendigos cubren sus propios rasgos, mientras llevan el compás de la música con sonoras campanillas unidas a gruesos chicotes.
Otro personaje importante es el viejo hidalgo, conocido también como "corrochano", quien, caracterizado con una máscara de viejo hidalgo español (semejante a las máscaras de la jaujina), gastada levita y larga barba, agita una matraca y un látigo, asustando a los niños.
Otro personaje, con careta blanca, enarbola una bandera en la que se entrecruzan los colores nacionales del Perú y Argentina, representando la acción conjunta de ambos pueblos en la gesta de la emancipación: es el "abanderado".
Este personaje se desplaza en tomo a los danzarines, como una figura tutelar. Los negritos se convirtieron en espectáculo indispensable para el pueblo. Si alguien mandaba decir misa en homenaje al Niño Jesús, obligado complemento era contratar a los negritos para que bailasen en la puerta del templo.
El "mayordomo" era el encargado de contratar a los negritos, encargándose de vestirlos, alimentarlos y hasta de pagarles para que bailasen, y si el número de negros no era suficiente, incluía en la cuadrilla a indios o a criollos pobres, a quienes disfrazaba con la máscara de cuero negro que en la actualidad usan todos los bailarines.
También es importante el Carnaval, que se celebra con varios días de fiesta, comenzando el juego con agua el día 20 de febrero, día de San Sebastián. Se realiza la entrada triunfal de don Calixto, rey del carnaval de la ciudad, precedido por correo y bando.
El primer jueves siguiente se dedica a "los compadres" y el subsiguiente a "las comadres". El jueves es también el día del halado, colocación y corte de árboles para la "yunza", troncos decorados con pañuelos, canastillas o serpentinas, alrededor de los cuales se danza al compás de la popular cachua y de las mulazas huanuqueñas.
Los trajes de los danzarines están íntegramente recamados con monedas, que originalmente eran de oro y plata y actualmente son de cualquier metal ordinario.
LA BELLA DURMIENTE
Esta hermosa leyenda -que tiene algunas variantes según las regiones- intenta explicar el origen de la característica formación montañosa que parece cuidar la entrada de Tingo María, identificándola como la princesa Nunash, convertida en piedra para acompañar por siempre a su amado, convertido a su vez en el "Pilíco Mozo".
En el valle de Huánuco la leyenda dice que el joven Cunyac se enamoró de la princesa del valle del Pilico, Nunash, siendo tan grande su amor que, desafiando a la oposición del padre de ella, se instalaron en un lugar cercano a Pachas, donde Cunyac levantó un palacio y bautizó la zona con el nombre de Nunash en homenaje a su amada.
El padre de la joven, el curaca Achaparí Yunquilli Tópac, envió a un gran ejército comandado por el terrible Amaru, monstruo en forma de serpiente alada, para rescatar a Nunash, que estaba destinada a ser la esposa del mejor de los guerreros de su padre.
Al ver al gran ejército acercarse, Cunyac ordenó a Nunash que huyera y avisara a sus guerreros para que se le unieran en la resistencia; ella salió presurosa a cumplir con su misión, mientras él esperaba a las tropas del curaca dispuesto a morir antes que separarse de su amada.
Sin embargo, cuando vio al enorme y poderoso Amaru al frente del contingente de guerreros, sintió miedo e intentó huir. El Amaru entonces, al ver que el mozo corría, lo convirtió en piedra.
Antes de petrificarse completamente, Cunyac, con un grito que se escuchó a muchas leguas a la redonda, ordenó a Nunash que huyera a la selva para librarse de la cólera de su padre; al oir esto, el Amam se dirigió volando a la selva y, cuando descubrió a la princesa a orillas de un río, sentenció que se conviniese en una enorme montaña, para que el castigo a la desobediencia de ambos jóvenes sirviese de ejemplo a la posteridad.
Así, actualmente podemos apreciar a los amantes en eterno reposo: a Nunash como la "Bella Durmiente" en Tingo Maria, y a Cunyac como el "Pilleo Mozo" (en el cerro Marabamba), a la entrada de Huánuco.
TRUCAY
Costumbre de fuerte raigambre en Ambo. La palabra proviene del quechua trucachum, que significa cambiar una cosa por otra: consiste en la elección de un nuevo "mayordomo" para la fiesta patronal del próximo año (ya sea voluntario o forzoso).
Después de la misa solemne con la que finaliza la fiesta, los nuevos "mayordomos" se presentan en las gradas del altar del santo, besan el estandarte y realizan una procesión por las principales calles de la localidad acompañados de sus amigos y familiares; van bailando y recogen del "mayordomo" cesante cestos adornados con cintas de vivos colores, que contienen bizcochos, panes de maíz o jaratantas -obsequio obligado a familiares, amigos y vecinos, adorno para la "yunza" y ofrenda a los "mayordomos" entrantes-, muñecos de pan o guaguas, frutas, cuyes, charqui, licores, etc.
El "cambio" se acompaña con el chimayche, melodía de ritmo lento ejecutada por bandas. Estos cestos, previamente bendecidos por el sacerdote, son entregados al pueblo, generalmente el último día de la fiesta a las 12 de la noche: quienes reciben los presentes se anotan en una lista para colaborar en la fiesta del siguiente año, ya sea con dinero, fuegos pirotécnicos, comida, ropas, etc.
En esta ocasión también se realiza la despedida de la fiesta, con quema de "castillos", salida de la banda de músicos y pandillas de bailarines por las calles, al son de la cashua.
"JIRCA SHOGAY"
Es un rito costumbrista de los ganaderos de la provincia de Huamalies (netamente andina, a más de 3 mil msnm), en el que agradecen a los jircas (cerros) por haber cuidado de sus animales, y se celebra con el conteo, esquila y marcación del ganado.
Se reúnen dueños, pastores y allegados, quienes toman de sus hualíquis o bolsas de cuero, las mejores y más grandes hojas de coca para ofrendarías al jirca tutelar, depositándolas en alguna hendidura de la tierra o dentro de algún arbusto, junto con un cigarro y una copa de aguardiente.
Luego, los participantes pasan la noche masticando coca, bebiendo aguardiente y fumando, hasta que el sabor de la coca sea agradable. Con ello se espera un año próspero, con aumento de sus ganados.


Ica
LA "YUNZA"
Se baila de noche y es fiesta de remembranzas, de declaración de amores y felices augurios. Consiste en un baile alrededor de un árbol, generalmente un sauce o cinamomo, grueso y de tupido follaje.
Las parejas, tomadas de la mano, giran danzando al compás de coplas tradicionales acompañadas de guitarra.
Una a una las parejas llegan basta el mismo árbol, reciben una copa de "cachina" - zumo de uva recién fermentado- que tienen que apurar de golpe y luego ejecutan un breve zapateo, llevando el varón un hacha al hombro.
Primero lo hace la dama y luego el galán, cada uno descarga dos o tres hachazos sobre el árbol en afán de tumbarlo. Inmediatamente vuelven al ruedo y le corresponde el turno a otra pareja.
Así la fiesta continúa hasta que finalmente cae derribada la "yunza". La pareja que triunfa recibe todas las atenciones de la fiesta. La tradición dice que tendrán un año de suerte y sí la dama es soltera, de seguro que se casa.
Los dos adquieren el compromiso de preparar la "yunza" del próximo año y se les nombra mayordomos de la fiesta. Las "yunzas" se celebran inmediatamente después de los carnavales, durante cuatro semanas, generalmente los días sábados.
El árbol es motivo de arreglo especial con cadenetas, espejuelos y farolitos de papel. También se colocan frutas de la estación.
LEYENDAS TRADICIONALES
CORI COYLLUR
Cuando Huáscar, hijo de Huayna Capac, fue declarado hijo legítimo y sucesor del imperio, todos los gobernantes de las provincias enviaron presentes al nuevo soberano.
Según testimonios recogidos por Miguel Cabello Balboa, el curaca de los valles de Ica, Pisco y Humay, Inca Topa, mandó como presente a una bella doncella, Sulíca Cangalla, hija legítima del señor de esos valles.
Se cuenta que Huáscar quedó prendado de la belleza de esta joven y la llamó Cori Coyllur (cori = oro; coyllur = estrella), con quien tuvo una hija. Las atenciones del soberano hacía su bella esposa motivaron la envidia de las otras concubinas, que juraron darle muerte.
Un día Huáscar encontró a Cori Coyllur sin vida. El soberano mandó embalsamar el cuerpo y devolvió el cadáver de su amada a la tierra que la vio nacer.
EL PISCO PERUANO
El nombre de Ica y el pisco forman una unidad indestructible. Los viejos campesinos productores del "puro" atribuyen al clima de Ica, a su eterno sol, la bondad del producto que elaboran, y no hay otra explicación.
Las cepas que trajo desde las islas Canarias un emisario de don Erancisco de Caravantes prendieron admirablemente en el valle iqueño.
Es probable que de las primeras cosechas no se obtuviera un vino seco de la calidad del que se elabora en España, porque las cepas no eran apropiadas, optándose entonces por la fabricación de aguardiente con exitosos resultados.
Se inició así, en los albores de la colonia, una de las industrias que hoy constituye un factor importante de la economía regional. Con su bouquet de uva madura, el aguardiente ganó el paladar de los conquistadores y sus bondades fueron pregonadas por los territorios de las nacientes colonias.
El puerto de Pisco dio su nombre al aguardiente iqueño. Para llevarlo a Lima y otros lugares, los toneles de aguardiente se embarcaban en el puerto de Pisco.
Allí los marineros, acostumbrados a las bebidas fuertes, escanciaban las copas del quemante licor y comenzaron a llamarlo "aguardiente de Pisco". Con el correr de los años el nombre se sintetizó en la última palabra y el producto de las vides iqueñas adquirió nombre propio.
Los pequeños productores de este aguardiente son fieles depositarios del proceso tradicional de su elaboración. El zumo de la uva extraído en el lugar se deposita en botijas de barro durante 14 días. Por un fenómeno químico, al fermentar el mosto, el azúcar de la uva se transforma en alcohol.
El mosto se lleva al alambique para el proceso de destilación. Se deposita en un caldero para que entre en ebullición. Los vapores alcohólicos recorren un serpentín cubierto de agua fría y se transforman en aguardiente.
Como un fino hilo aparece el llamado "pisco de cabecera", de alto grado alcohólico. A medida que sigue discurriendo baja la graduación y se obtiene entonces el típico pisco que va a caer en una paila. De allí se traslada nuevamente a botijas de barro y ya está listo para embotellarlo.
El pisco de mayor abolengo es el puro, hecho de uva "quebranta", licor noble que hay que tomar sin mezcla, y de un solo trago.
El pisco no se ofrece en copa servida. El que brinda llena su copa y, antes de apuraría, entrega la botella al invitado. Luego le ofrece la copa vacía y así continúa el brindis.
Una resolución del Instituto Nacional de Cultura, dada el 7 de abril de 1988, declaró el pisco "Patrimonio Cultural de la Nación"
LA FIESTA DE LA VENDIMIA
El Festival, que ya lleva más de 30 versiones, se realiza entre el 8 y el 18 de marzo, y su organización está encomendada al Concejo Provincial y al Club de Leones. Los fondos que se obtienen se dedican a obras benéficas.
El festival dura más de una semana y acuden hermosas muchachas de América y Europa, representando a sus respectivos países. Suntuosos bailes se suceden noche a noche y en el día y la tarde se realizan actuaciones deportivas, folklóricas, culturales, etc.
Todas las clases sociales tienen participación directa en el festival y mientras en el centro social se lleva a cabo el baile principal, en la plazoleta Barranca se desarrolla el baile popular.
Naturalmente que la vendimia propiamente dicha, el corte de los negros y dorados racimos de los parrales, es el número principal de la programación.
En los almuerzos se toma abundante "cachina", piscos de rosa y collar y toda la gama de vinos. En las haciendas se sirven pachamancas, hay concursos de música criolla, pelea de gallos y cabalgatas en finos caballos de paso.
El número principal es el corzo de la vendimia. Las bellas reinas desfilan en carros alegóricos y arrojan racimos de uva al público que aplaude a su paso. Las firmas comerciales, los colegios y la universidad también preparan vistosos carros que se suman al corzo.
Grupos de jóvenes organizan bulliciosas comparsas y toda la población vive un contagioso ambiente de verdadera fiesta. El corzo es el domingo y una vez que termina se desarrolla la tradicional "yunza".
Son también famosos en Ica los bailes de verano de la campiña.
APORTE NEGRO
En el distrito de El Carmen, en la provincia de Chincha, vive todavía una de las más famosas colonias de negros en el Perú, descendientes de aquellos traídos desde el África para las faenas agrícolas en épocas pasadas.
Han dado y dan al país famosos deportistas, instrumentos musicales, bailes, dichos, comidas y costumbres que se han entretejido en la trama del alma nacional.
Y toda aquella tierra caliente de San José y San Regís resuma la vida de estos colosales morenos, uncidos a la gleba por centurias, pero llenos de esa alegría-triste del "moreno" costeño, como les agrada que se les llame.
Famosos "tocadores de cajón", de la quijada de burro y la guitarra, sobreviven sobre la arena sedienta, porfiados y rugosos como los huarangos, creyendo todavía en sus ancestrales fetiches, en sus brujos taimados y solemnes, en sus "llamados", en "el mal de ojo", en el tótem de la selva lejana.
Ahí están también los "hueseros" que, según opinión de la población, curan toda clase de roturas, torceduras y desperfectos.
CREENCIAS RELIGIOSAS TRADICIONALES EL SENOR DE LUREN
Dos veces al año, el Jueves Santo y el tercer lunes de octubre, Ica se transforma en una ciudad distinta. Las multitudes caminan por las calles, los hoteles se encuentran atestados de viajeros, las agencias de transporte duplican su itinerario y por todas partes aparece el clásico color morado de los hábitos.
Ocurre que en esas dos fechas se realizan las procesiones anuales del Señor Crucificado de Luren, el Parrón de lea, cuya devoción está profundamente enraizada en el católico pueblo iqueño.
Desde hace cuatro siglos existe este vinculo indestructible entre la imagen y la colectividad. Las procesiones, cuyo recorrido dura 15 horas consecutivas, congregan a un número impresionante de fieles, que siguen el paso de las andas. La imagen está modelada en madera y yeso y tiene más de 2 m de altura.
Es una obra de arte de extraordinaria belleza. El humo del sahumerio, con el correr de los años, ha tornado moreno el color de la imagen, de rostro doliente y bondadoso.
La devoción al Señor de Luren se remonta a los albores de la Villa de Valverde, a escasamente siete años de la fundación española de esta ciudad.
En 1570 el párroco fray Francisco Madrigal compró por la suma de 250 pesos una imagen en bulto del Señor Crucificado a los superiores del convento de San Francisco de Lima.
La imagen había sido traída de España, pero ocurrió que en la travesía se desató un temporal que puso en peligro la embarcación. El capitán, temeroso de naufragar, ordenó que se arrojara al mar toda la carga y naturalmente el cajón que guardaba la imagen.
Cuando los franciscanos se enteraron que el bulto había estado flotando varios días sobre el agua, supusieron que se había deteriorado la imagen y sin abrir el cajón lo vendieron al padre Madrigal; sin embargo, el Cristo se hallaba intacto y lucía su esplendorosa y dolida belleza.
LA VIRGEN DE YAUCA
En pleno desierto iqueño se levanta el santuario de Yauca, en cuyo altar mayor hay una pequeña imagen de la Virgen del Rosario, cuya altura no alcanza el medio metro, pero de la que millares de gentes testifican hechos portentosos.
Hasta Yauca, aproximadamente a 30 km de la ciudad, acuden multitudes de fervorosos creyentes a rendir culto a la Virgen en el día de su festividad, el primer domingo de octubre.
En la víspera el desierto se llena de cientos de luces. Son los peregrinos que cumplen la promesa de llegar a pie y se alumbran con velas, faroles o linternas. Aprovechan la noche y la madrugada para librarse del calcinante sol.
Alrededor de la iglesia se levantan cientos de pequeñas carpas donde vivanderas de todo el departamento ofrecen comida y bebidas. Por la tarde sale la procesión de la Virgen.
Se calcula que asisten de 10 a 15 mil peregrinos. La devoción a la Virgen de Yauca se inició en el año 1700 cuando tres campesinos hallaron la imagen cerca de un matorral, según aparece en un documento que se guarda en la iglesia.
Los campesinos Nicolás Orteaga, Diego Gutiérrez y Francisco Córdova quedaron asombrados con el hallazgo, pero mayor fue su admiración cuando no pudieron levantar la pequeña efigie que parecía adherida al suelo.
Entendieron que aquello no podía ser otra cosa que un mandato divino y decidieron edificar una pequeña capilla.
Así lo hicieron con la ayuda de Calixto Moreno. Cuando estuvo listo el pequeño altar, Moreno tomó a la Virgen y la levantó sin ninguna dificultad. Allí nació la devoción que hoy es multitudinaria.
Con las limosnas fue posible levantar el imponente templo neo colonial.
LA BEATITA DE HUMAY
Se dice que la casa de las hermanas de la Torre fue refugio "donde la ignorancia se despejaba, se aprendía el arte doméstico, se recluía a los necesitados y se preparaban remedios caseros para los enfermos".
A Luisa de la Torre la adornaron cualidades de bondad, de alma caritativa, de vida de penitencias y privaciones que más tarde le permitieron recibir la veneración de santa.
Estas virtudes fueron suficientes para reafirmar su fe en ella y para que el padre Enrique Perruquet fuera el primero en difundir la santidad de su vida espiritual e iniciara el proceso de canonización años después de su muerte, ocurrida el 21 de noviembre de 1869.
Hija de un hogar muy modesto, esta humilde campesina desde niña tuvo que trabajar para contribuir al sostenimiento de la familia. Así aprendió a tejer caña y así pudo practicar la caridad.
Profundamente devota, Melchorita no perdía oportunidad de ir a Chincha a visitar los templos y en su San Pedro nativo su vida transcurría entre el trabajo y la oración. Nació el 6 de enero de 1897 y murió el 4 de diciembre de 1951.
Allí queda aún su tosco camastro, donde los devotos se recuestan en busca de algún milagro.


Junín
En el apretado racimo de pueblos y villas de Junín, ubicados en las altas y frígidas punas y pampas, o en los hondos y tibios valles interandinos, bulle la vida del pueblo expresada en la rica variedad de su folklore, uno de los más bellos del país.
FERIAS
La conocida feria de Huancayo es solamente la más grande de las decenas de ferias que se dan en el departamento, pues las hay en casi todos los pueblos, especialmente en los valles del Mantaro.
Por que la feria parece ser la expresión más cabal, diríamos por excelencia, del espíritu del hombre huanca: alegre, comerciante y emprendedor. El calendario es como para asistir a todas.
Por ejemplo el lunes en Huayucachi y San Agustín de Cajas; el martes en Pucará, Hualhuas y Viques; el miércoles en Jauja y San Jerónimo de Tunán; el jueves en Sicaya, Sapallanga y Orcotuna; el viernes en Aco, Ahuac y Chongos Bajo; el sábado en Chupaca, Matabuasi, Marco y Muquiyauyo y el domingo en Concepción, Jauja, Huancayo, Mito y Huaco, por mencionar algunas.
Están también las fiestas religiosas coloniales que dan nombre a pueblos como San Miguel de Huarípampa, la Natividad de Apata, la Asunción de Matahuasi, la Concepción de Achí, San Jerónimo de Tunán, la Ascensión de Mito, San Francisco de Orcotuna, Santa Ana de Sincos, Todos los Santos de Chongos, Santo Domingo de Sícaya, etc.
Un calendario interminable de todos los santos del cielo instalados en los altares dorados de las iglesias y camposantos de tejas y de barro.
DANZAS Y BAILES
Son muchas las danzas que con renovado entusiasmo y alegría se practican en los pueblos de Junín. Generalmente estas danzas las realizan los gremios de artesanos, tales como los sombrereros, los sastres, los carpinteros, etc. Entre ellas destacan los "negros", la "pachahuara", el "tiríl", el "huaylas", la "pandilla", etc.
LA CHONGUINADA"
Una de las danzas más atrayentes por la elegancia de su vestuario, colorido y recamado de oro y plata.
El nombre de esta danza, que imita a la cuadrilla y al minué pero rematando en un huayno, parece derivar de Chongos, uno de sus centros de mayor fama.
Los hombres llevan generalmente una careta de fina malla de alambre, que caracteriza a un rostro sonrosado de ojos azules. Su música, ceremoniosa, es ejecutada por una orquesta típica huanca.
"CORTAMONTES"
Son las fiestas más concurridas. Los padrinos, nombrados el año anterior, se procuran elevados árboles y las madrinas se encargan de "vestirlos" los sábados por la noche, con botellas de licor, frutas, zapatos, serpentinas, prendas de vestir y alguna ave de corral.
Esta faena se hace al compás de huaynitos instrumentados por bandas típicas contratadas especialmente. Al día siguiente los invitados danzan alrededor del árbol portando un hacha.
Los padrinos invitan a licor y bocadillos hasta que el árbol (el monte) cae a tierra. Estas fiestas se dan durante los carnavales y las más características se realizan en Ataura, Muquiyauyo, Marco (Jauja) , Hualhuas (Huancayo) y Chupaca.
LA "MULIZA"
Es una canción seguida de baile y constituye la más fina expresión del sentimiento serrano. Sus versos dicen de la espiritualidad del alma andina, inspirados en sus paisajes y en el encanto de sus mujeres.
El nombre "muliza" tiene orígenes antiguos. Se dice que su marcado ritmo se inspiró en el caminar de las recuas de mulas que llevaban los cargamentos de minerales; lo que se sabe con certeza es que está emparentada con la música de la fiesta de "Santiago" o de la marcación del ganado.
LA "TUNANTADA"
Es la danza principal de las fiestas del 20 de enero en Jauja, dedicadas a los patrones San Sebastián y San Fabián (sincretismo cristiano de los señores del trueno y de la lluvia).
Los "tunantes" representan a las diferentes clases sociales de la colonia, así como a los numerosos visitantes que venían desde lejanas tierras para curarse en el benigno clima; por ello, cada personaje de la danza lleva atuendos diferentes.
Las principales figuras son "el español" y "la huanca" (o "la chupaquina"), su amante, chola ostentosa interpretada siempre por hombres disfrazados de mujeres (pues se supone que ninguna jaujina aceptaría representar este papel); "la jaujina", elegantemente vestida y luciendo joyas; los "tucumanos", los "curanderos bolivianos", los "cuzqueños", los "chutos", etc.
El centro de atención es el "huatrila", quien al bailar goza burlándose de todo el mundo, hasta de las autoridades presentes.
"LOS AVELINOS"
En el pueblo de San Jerónimo se baila, cada 30 de septiembre (fiesta patronal), la danza de "los avelinos" personajes que representan a los guerrilleros de las tropas caceristas.
Usan una máscara de cuero de venado y su vestimenta consta de un fino terno sobre el cual superponen otro, andrajoso y lleno de parches; calzan ojotas recubiertas de bastante lana y algunos portan mantas, con las cuales torean en la plaza del pueblo.
EL "HUAYLARSH"
Una danza muy conocida y difundida del valle (y que ha sufrido muchas modificaciones al salir de su contexto rural para convertirse en espectáculo) es el "huaylash" o "huaylas".
Su origen remoto es la trilla nocturna de los granos (trigo, cebada), tras la cosecha, de allí proviene el fuerte zapateo característico.
La palabra "huaylash" designa tanto a la música como a la actividad misma, aunque ésta se practica cada vez menos debido a la creciente mecanización de las tareas agrícolas.
La danza, en la que intervienen jóvenes de ambos sexos, representa el vistoso galanteo del macho a la hembra del "chihuaco" o zorzal, ave que abunda en esta región.
"CHINCHILPOS Y GAMONALES"
El distrito de Huayucachi conserva esta extraña danza donde los "chínchilpos" representan a los pobres y los "gamonales" a la gente adinerada. La coreografía representa una violenta lucha a latigazos por definir la superioridad de alguno de los dos, y por ello llevan vestimentas especiales.
ARTESANÍA
A lo largo y ancho de la tierra junina hay multitud de pueblos de artesanos que realizan primorosos trabajos de alfarería, burilado de mates, platería, tejido y bordados, con sistemas y diseños hereda- dos de padres a hijos a través de siglos de tradición.
Tienen una especial capacidad para producir artículos sencillos y bellos, muchos de ellos útiles para la vida cotidiana.
Por eso la artesanía de Junín está entre las que más fama ha conquistado en el país y en el extranjero.
TEJIDOS
Uno de los más famosos pueblos de tejedores es el de San Pedro de Cajas, ubicado en la provincia de Tarma, a 55 km al norte de La Oroya.
La riqueza de sus tejidos y la maestría de sus tejedores es ya proverbial. Es difícil encontrar en San Pedro de Cajas una casa en la que falte un telar.
Los artesanos producen tradicionalmente frazadas, ponchos, mantos, tapices, etc. con característico diseño y alta calidad, utilizando algodón, lana y fibras sintéticas.
Los colores los logran la mayoría de las veces con tintes obtenidos de plantas de la región, cuya preparación es recogida de generación en generación.
Por ejemplo, el carmesí lo obtienen de una yerba que crece en la pampa de Junín, de color blancuzco, razón por la cual su nombre en quechua quiere decir "nevada".
El valle del Mantaro tiene en el pueblo de Hualhuas tejidos de alpaca de bandas paralelas, y en Sapallanga y Huayucachi son famosos los bordados.
LOS MATES BURILADOS
Las humildes calabazas (o motes del campo) son transformadas por los eximios artesanos huancas en luminosos objetos artísticos.
Se entinta la superficie de la calabaza de manera que al realizar con un cuchillo o buril caprichosos dibujos, éstos aparecen blancos en un fantástico complejo de formas que representan personajes, procesiones, fiestas, etc.
LOS PLATEROS
Los plateros realizan sus obras de filigrana elaborando pequeños pavos reales de frondosa cola, pulseras, anillos, medallas, collares, aretes, etc. San Jerónimo de Tunán es uno de los centros más célebres.
TRAJES TÍPICOS
La mujer andina huanca (conocida también como cotuncha) vestía dos túnicas largas (cotones) basta los tobillos.
Hasta hace tres décadas era posible encontrar los domingos, cuando se realizaba la feria en la calle Real, a una cotuncha cargando sus quipes (atados o bolsón) en la espalda con hermosas mantas policromas.


La Libertad
LOS CABALLOS DE PASO
En La Libertad es donde se encuentra el mayor número de ejemplares de esta especial variedad de hermosos, elegantes y briosos caballos de paso, famosos en el mundo entero por su peculiar paso, determinado por la combinación de sangres.
Los criadores señalan que fue en este departamento donde se inició la formación de esta especie, única en su género, ya que es el caballo de silla más suave del mundo.
El caballo español que llegó a estas tierras con los conquistadores era producto de la mezcla de las primigenias jacas navarras y castellanas -de las cuales conservó la elevación de los miembros delanteros- con los caballos bereberes, cuyo desplazamiento, de cadencia muy especial, ha sido heredado de los antiguos caballos africanos, obligados a mover las patas en forma lateral, debido a las arenas del desierto.
Al llegar al Perú, el caballo español es sometido a selección y a una dedicación muy especial, constituyéndose inclusive la denominada Asociación Nacional de Criadores y Propietarios de Caballos Peruanos de Paso, la cual, desde 1945, organiza un concurso nacional oficial que concita el mayor interés.
Oriundo de La Libertad es el famoso "pellón sampedrano", artesanía peruana con más de dos siglos de existencia, y que hasta la actualidad se elabora en la ciudad de San Pedro de Lloc (Pacasmayo).
Esta prenda se usa encima de la montura para evitar el roce de las piezas de la misma con las piernas del jinete. Su confección es muy laboriosa, pudiendo demorar hasta tres meses.
Se hace fundamentalmente de lana fina de oveja, teñida a mano según fórmulas tradicionales caseras. Su peso, sin incluir el forro de cuero de becerro con que se usa, suele ser de 16 kg.
Se le ribetea de hule negro y se acolcha y borda el asiento, dejando entre la lana y el forro enormes bolsillos, que antiguamente se usaban para transportar bolsas de oro y plata.
LOS CABALLITOS DE TOTORA
En Huanchaco, a unos 11 km al noroeste de Trujillo, todavía se aprecian, alineados sobre la arena de la playa como hace siglos, las siluetas gráciles de los "caballitos" de totora (tup en lengua mochica), con las puntas hacia el cielo.
Estas frágiles embarcaciones preincas de proa levantada, hechas de totora prensada, miden 4 m de largo, y en ellas los pescadores huanchaqueros continúan haciéndose a la mar, poniendo en práctica técnicas ancestrales de pesca, tal como aparecen representados sus antepasados en la iconografía y cerámica mochicas.
Su fragilidad, sin embargo, es aparente, pues estos "caballitos" son insumergibles, y en ellos los pescadores realizan largas jornadas. Cuando el pescador introduce su "caballito" en el mar, lo lleva al hombro.
Luego, lo lanza sobre las olas, salta sobre él y se coloca de rodillas, igual que los modernos corredores de tabla hawaiana, impulsándose con un solo remo, hecho comúnmente de caña de Guayaquil, partida a lo largo.
La caleta de Huanchaco -cuyo nombre deriva aparentemente de los vocablos su lengua: guanchaco (pez dorado) y guauhocha (laguna hermosa de peces dorados)- parece haber sido el centro de abastecimiento de pescado salado para la gran metrópoli de Chan Chan.
Desde enero de 1992, la Región Libertad declaró reserva protegida al área de esta caleta por constituir un microsistema ecológico con peces de agua dulce y cerca de 47 ha de totorales repartidos en 40 pozos o balsares, disponiéndose su uso exclusivo para el cultivo, crecimiento y secado y aprovechamiento racional de la totora.
Esta declaración ha sido refrendada por el ministerio de Industria y Turismo, mediante la resolución ministerial 144-96-ITINCI-DM del 15 de octubre de 1996, que formalmente establece el área como zona protegida.
Lamentablemente, se ha dejado fuera de esta área protegida el cercano Cerro Campana (km 565 de la Panamericana Norte), uno de los núcleos centrales de vegetación de lomas en el Perú y en cuyo ámbito hay variada flora y fauna nativa; entre esta última, aves como el gavilán, el jilguerillo y la putilla, mamíferos como la vizcacha, lobo costero, gato silvestre, cinco especies de lagartijas, o cañares, estimadas como delicioso potaje desde antes de la llegada de los españoles, mariposas, escarabajos y diez especies de caracoles.
Esta vegetación de lomas aparece entre junio y septiembre, aprovechando para su desarrollo las nieblas invernales bajas y las garúas propias de las estribaciones cordilleranas cercanas al mar.
Según informa el Instituto Nacional de Recursos Naturales hay en el país 65 áreas o unidades de lomas. Huanchaco ha empezado a ser poblada por modernas casas de playa, y cada año acuden más y más jóvenes citadinos.
Sin embargo, el viejo Huanchaco no pierde su aire tradicional y reposado, y su antigua iglesia de la colina (la segunda más antigua del país) sigue siendo el faro del lugar, orientando a los pescadores que se aventuran lejos de la costa.
Construida sobre un milenario templo inca, en ella se venera a la Virgen del Socorro (desembarcada el 2 de enero de 1537 a pedido del rey Carlos V) y al deán Antonio de Saavedra y Leiva, juez de aguas de Trujillo y constructor de esta iglesia, quien murió en olor de santidad en 1707 y cuyo cuerpo se mantiene intacto desde entonces.
FESTIVAL DE LA PRIMAVERA
En el mes de setiembre, con la llegada de la primavera, la ciudad recibe numerosos turistas y vive un ambiente de fiesta, cuyo clímax es el Festival Internacional de la Primavera, organizado desde 1950 por el Club de Leones de Trujillo.
El programa de actividades incluye un espectáculo deportivo en el estadio de Mansiche, del cual parte posteriormente el "corzo de flores", un desfile en el que participan reinas invitadas de otros países, y vistosos carros alegóricos.
Constituye gran atractivo la presentación de expertas "waripoleras", "chalanes", "mocheros" y "huanchaqueras" que desfilan al son de la marinera, el baile más representativo de la región.
DANZAS LA MARINERA
Hay muchas hipótesis respecto del origen de la marinera, y así como se dice que tiene raíces africanas y españolas, hay también interpretaciones que le atribuyen un origen autóctono.
Según algunos, su antecedente sería la "moza mala" o "zamacueca" ("samacueca") que, etimológicamente, contiene la raíz quechua y aymará sama, presente en expresiones vinculadas al descanso como día festivo, como muerte y como inspiración o aliento divino.
El uso del pañuelo, característica infaltable de esta danza, está documentado como una moda imperante entre las mujeres de la nobleza incaica.
Así, en la iglesia de la Compañía del Cuzco existe un cuadro representando la boda de don Martín García de Loyola con doña Beatriz Ñusta, princesa incaica, en el que las hijas del Inca Sayri Tupac portan pañuelos en las manos.
También encontramos representaciones de su uso en ceramios y tejidos mochicas, que probablemente figuraban bolsas para transportar o guardar pallares tallados con inscripciones.
Con el tiempo, fueron convirtiéndose en los actuales pañuelos, según puede verse en las acuarelas mandadas a pintar por el obispo Baltazar Martínez de Compañón, en las cuales se les aprecia ya como parte obligada de la vestimenta.
Esta "samacueca" habría sido sacada de su contexto por influencia de los negros, quienes la desacralizaron y difundieron en pareja con mujeres catalogadas como "de baja reputación" o "mozas malas", de donde surgió el primer nombre conocido popularmente de esta danza: "mozamala".
Tras la independencia, este baile fue popularizado, y al ser asimilado por las clases dominantes, adquirió rasgos hispanos y franceses, convirtiéndose de "baile de chingana" en elegante danza de salón.
Durante la guerra del Pacifico (1879) la zamacueca era cantada por ambos bandos como una arenga, y conocida, tanto por peruanos como por chilenos, como "cueca" o "chilena".
Para que no hubiese similitud en el nombre, el escritor Abelardo Gamarra la rebautizó como "marinera", en homenaje a nuestra marina de Guerra y a su almirante Miguel Grau, de heroica participación en dicho conflicto. El nuevo nombre de "marinera" empezó a divulgarse desde entonces.
OTRAS DANZAS
Una danza característica de Santiago de Chuco es la denominada "vaca loca". Otras danzas conocidas son las de los "turcos", "huanchacos", "mojigangas", "huaris", "huananayes", la "huanquilla" y la "diablada" de Chiclin.
ARTESANÍA
Aparte de la ya mencionada confección del "pellón sampedrano", destacan por su originalidad las artesanías de cera y de fuegos artificiales, con un amplio mercado departamental, especialmente en las ferias en honor de la Virgen de la Puerta.
Entre las prácticas artesanales más tradicionales se halla la elaboración de panes y dulces, bizcochos, tortas, rosquillas, y por supuesto los tradicionales alfajores de tres capas, comercializados bajo el nombre de "king kong", los machacados de membrillo, etc.


Lambayeque
EL LUNDU Y EL TONDERO
Lambayeque fue uno de los departamentos más poblados de esclavos negros traídos especialmente para dedicarse a las faenas agrícolas (sembrios de caña de azúcar, algodón, vid, olivo, tabaco, etc.) y la zona de Saña fue una de las de mayor densidad a este respecto.
Los esclavos negros trajeron no solamente su lengua, sino además numerosos cantos y danzas, que interpretaban en las famosas fiestas nocturnas de Saña.
Según investigaciones y ensayos de Nicomedes Santa Cruz, una de estas danzas fue el llamado "lundu" por la región del África de donde provenía, es decir, Luanda (capital de Angola). Y, de modo similar a como al bailarín de cumbia o guaracha se le llama "cumbíambero" o "guarachero" respectivamente, es probable que al bailarín de "lundu" se le haya llamado "lundero", como en los estribillos de la canción "Saña":
Al lundero le da
al lundero le da
al lundero le da,
¡saña!
Al lundero le da...
Por las descripciones de este baile que se han conservado, se sabe que era una cruda representación del acto sexual que escandalizó al clero, motivando los constantes anuncios de la llegada de castigos divinos por esta "danza maldita".
Tras el abandono de la ciudad, desapareció la "saña" y en su lugar apareció el "tondero", probable corrupción del término "lundero". El tondero conserva la estructura de tres secciones de la saña: glosa, canto (antes conocida como "dulce") y fuga, estando las secciones primera y última en el melancólico modo menor (a diferencia de la "saña", que era íntegramente ejecutada en el alegre modo mayor).
La coreografía conserva, si bien muy solapadamente, la intención de acercamiento erótico del primitivo "lundu", y las letras se han convertido en pícaras alusiones sobre temas y situaciones amorosos. En la actualidad, diversas ciudades norteñas (Trujillo, Chiclayo, Lambayeque y Piura) se disputan el ser la cuna del tondero.
EL CABALLO DE PASO PERUANO
Típica estampa de los campos norteños la constituye el chalán montado en su caballo de paso, cuya fama ha traspasado las fronteras peruanas y se ha extendido al mundo.
En efecto, expertos en diversas razas equinas, provenientes de Centroamérica, Bolivia, Colombia, Ecuador, Argentina y Estados Unidos, aprecian mucho el gracioso andar de estos animales que, así transiten por el peor de los terrenos, no sacuden ni estremecen al jinete, que viaja cómoda y suavemente.
El andar del caballo de paso peruano se originó por la necesidad de efectuar largas marchas por los arenales norteños transportando jinetes y pesadas cargas. Normalmente los caballos caminan adelantando una pata delantera y la pata trasera opuesta; en cambio, el caballo de paso peruano levanta las dos patas de un mismo lado, en un paso menudo que recuerda el "gateo" de un niño pequeño. Es este "gateo" lo que le permite ahorrar fuerzas, desplazándose cómoda y velozmente por el desierto.
La Asociación de Criadores y Propietarios de Caballos de Paso Peruano ha obtenido un tipo seleccionado "standard" para preservar las principales características de este noble caballo, no sujeto ya al imperativo de viajar por el desierto.
EL CURANDERISMO
Lambayeque ha sido el centro principal del curanderismo y la magia en el antiguo Perú. Las evidencias más antiguas de este hecho se encuentran en los restos de cerámica. Existen ceramios Moche describiendo escenas de curaciones mágicas e incluso representaciones del cacto conocido como "San Pedro" (Tríchocereus pachanoí), con el que se prepara una bebida alucinógena de gran importancia ritual.
El curanderismo aún se mantiene muy vigente, entre otras razones por las generalmente malas condiciones higiénicas (que propician la aparición de enfermedades) y la escasez de asistencia médica apropiada (que genera la necesidad de que alguien se ocupe de curar).
El curandero tiene una relación directa con la comunidad, participando en muchas de las actividades centrales de ésta, en las que se distingue por la riqueza que el adecuado manejo de sus conocimientos le ha permitido lograr.
Pero, además, los curanderos tienen gran acogida y éxito entre la población, pues atienden en su mayor parte cuadros de naturaleza psicosomática (a los que atribuyen un origen mágico) que los médicos occidentales no suelen atender debido a su formación puramente organicista, como el "mal de ojo", el "cuaque", el "daño" (causado por un brujo "malero"), la "muchaca" (causada por el contacto accidental con los restos de una "limpía"), etc.
Los miedos del paciente son aliviados por medio de sesiones rituales de curación, en el transcurso de las cuales curandero y paciente beben una preparación hecha del mencionado cacto mescalínico "San Pedro", que contiene 1,2 gramos de mescalína por kilo (del cacto crudo). La planta se corta en pedacitos y se hace hervir varias horas, reduciéndose la cantidad de liquido por evaporación hasta que quede sólo la esencia.
El brebaje produce náuseas y eventualmente vómitos, que se consideran purgativos y benéficos (para "purgar" al enfermo de impurezas). Pero principalmente tiene efectos psicoactivos; bajo la acción de la droga, el curandero "ve" o "adivina" la causa de la enfermedad, así como las hierbas y sustancias que deben usarse para la curación.
Todo el ritual se concentra alrededor de la "mesa", al caer la noche. Los presentes (por lo general no más de 15 a 20 personas) se reúnen para beber el San Pedro y esperar los efectos alucinógenos del mismo. La bebida produce visiones, muchas veces sorprendentemente relacionadas con los temores del paciente, que dan la clave al curandero para el diagnóstico y curación.
Entre los numerosos objetos que los curanderos disponen en las "mesas" encontramos: varas prehíspánicas de madera, espadas (para luchar contra el mal), imágenes de santos (para dar fuerza al oficiante), materiales arqueológicos (aseguran la comunicación con los antepasados), piedras (cada una con poderes diversos), frutos (para "cargarlos" de energía y repartirlos entre los asistentes), imanes (para combatir la envidia), así como perfumes, plantas y granos diversos, semillas, etc.
Todos los curanderos emplean "San Pedro", pero existen otras técnicas diferentes. La "pasada de cuy" (o "caypa"), una de las más conocidas, consiste en frotar un cuy por el cuerpo del paciente, teniendo cuidado de que las características del animal (sexo, tipo de pelo, talla proporcional, edad, contextura) sean similares a las del enfermo.
El curandero hará coincidir las partes del cuerpo del cuy con las correspondientes del paciente, empezando por la cabeza y terminando por los pies. Luego se ofrecen al cuy diversas hierbas, administrándose como remedio al enfermo las variedades que el cuy elíja para comer. Finalmente se sacrifica al animal y se examinan sus entrañas, que mostrarán el lugar donde se localiza la enfermedad que aqueja al consultante.
Muchos de los ritos de curación y oraciones del curandero han sido tomados de la liturgia católica; también se escuchan rezos a Dios, a la Virgen Maria, a San Martín de Porras y a otros santos, suplicándoles que sanen al paciente. Hay curanderos que se consideran profundamente religiosos y mantienen capillas en su propiedad.
Es posible que haya habido contacto entre las antiguas culturas costeñas y las selváticas, dado que las cumbres más bajas de los Andes se encuentran en esta región del norte, facilitando la penetración hacía la amazonia como corroborando estas suposiciones, se han encontrado ceramios datados del Horizonte Temprano que muestran motivos de animales de la selva, como loros, monos y aves tropicales.
LAS CHICHERIAS
La chichería, norteña combinación de club social de barrio, encomenderia y fonda, se anuncia luciendo su típico "estandarte": una servilleta blanca amarrada a la punta de una caña, en uno de cuyos extremos se mecen una hoja de lechuga y un ají amarillo.
La chichería es una institución que aún subsiste, sí bien lánguidamente, en los barrios aledaños de las ciudades y en los pequeños pueblos vecinos. Desprovista de lujos, por lo general su mobiliario consta de unas toscas bancas y mesas de madera y varios "mulos" de chicha de diversa calidad, y está animada por su dueña, experta preparadora de "píqueos".
El mediodía y las seis de la tarde son las horas de mayor reunión y algarabia, con gente de paso que llega a comer y refrescarse con chicha, comensales atraídos por la buena sazón de la casa y jaranistas que siempre encuentran un buen pretexto para acudir al lugar.
A pesar de su modesta apariencia, muchas chicherías se han hecho famosas, e incluso sus nombres aparecen en letras de canciones. Las más reputadas se ubican en los poblados de Ferreñafe, Reque, Monsefú y Santa Rosa, que ofrecen una verdadera gama de chichas (hasta 40 sabores distintos).
ARTESANÍA
LOS ARTESANOS TEJEDORES
Monsefú y Eten son pueblos cuya artesanía de tejidos de paja e hilo ha alcanzado gran fama en el país y en el extranjero; tal es su calidad y demanda que puede consíderarse una de las principales industrias del departamento.
Son famosos los sombreros de paja "macora" y de "junco", así como sus notables tejidos de hilo con que confeccionan los buscados "pisitos" e "individuales" de armoniosos y brillantes colores. También tienen gran demanda los ponchos y alforjas, con dibujos de gran colorido.


Lima
En la ciudad de Lima se conserva todavía aquella agudeza de ingenio, la gracia en el chascarro y en la fina ironía, aquella disposición ligera de ánimo que, se diría, no toma en serio la vida.
En la literatura, esa traviesa disposición ha dado lugar a un género peculiar, espontáneo y risueño, conocido como "criollismo".
La distinguida folklorista Midred Merino de Zela apunta que "Lima dio a luz el criollismo como una depurada conjunción de lo nativo y lo hispano filtrado por el terruño y ha impreso su sello en todas las actividades: hay música criolla como política criolla y gracia criolla, Y se ha "acriollado" toda la costa peruana".
Las sabrosas comidas y dulces criollos son otro capítulo amplio y característico del folklore limeño, que ha generado restaurantes típicos, a las vivanderas y vendedores ambulantes.
Las procesiones -como la famosísima del Señor de los Milagros-, los toros, las ferias populares, las romerías al cementerio, las fiestas patrias, la venta ambulatoria de todo cuanto se pueda imaginar, configuran una enorme gama de personajes y costumbres populares limeños, plenos del encanto de la espontaneidad, del color y de la intensa fuerza vital de la cotidianidad que envuelve a la ciudad de Lima.
EL CRISTO DE PACHACAMILLA, SEÑOR DE LOS MILAGROS
EI culto a la imagen del Señor de los Milagros, patrono de Lima, se remonta al siglo XVII.
En aquella época, los españoles ubicaban a indios y negros en un barrio adyacente al antiguo templo preinca de Pachacamac, conocido como Pachacamilla. Allí, según la tradición, un mulato pintó sobre un muro la imagen que basta hoy se venera.
En noviembre de 1655 un terremoto castigó Lima, dejando al barrio de Pachacamilla totalmente convertido en escombros, salvo el muro que había pintado el mulato con la efigie de Cristo Crucificado.
La gente tomó este hecho como un milagro, por lo que numerosos devotos empezaron a acudir a este lugar, y a dar testimonio de milagros y gracias que les habían sido concedidos.
La fe popular se acrecentó cuando el muro se mantuvo en pie después de que otro terremoto asolara la ciudad, en 1687.
Fue entonces cuando el cabildo lo nombró Patrono de Lima, fundándose también la hermandad del Señor de los Milagros, cuyos miembros son los responsables cada año de cargar las andas de la venerada imagen, hechas con 450 kilos de plata fina, y que llega a pesar cerca de 2 toneladas a causa de los milagros y ornamentos con que se suele adornarla.
La hermandad del Señor de los Milagros agrupa en la actualidad a 3 500 miembros divididos en 20 cuadrillas, cada una de las cuales cuenta con 120 devotos; además de 2 cuadrillas de cantoras y sahumadoras.
Con el tiempo, se le construyeron un convento y una iglesia, donde se guarda el muro original, bajo el cuidado de las madres nazarenas.
Desde entonces, cada año, una réplica del Señor de los Milagros es sacada en procesión en fechas 18, 19 y 28 de octubre, en medio de una muchedumbre de devotos que conforman la procesión más grande y numerosa de toda América.
EL VALS
Si algún género musical identifica por tradición a Lima, éste es, sin duda, el vals criollo, invención limeña urbana por excelencia que se ha hecho mundialmente conocida.
El vals vienés llegó desde los salones europeos hasta las aristocráticas veladas limeñas.
En poco tiempo el proletariado urbano se adueñó de él, imprimiéndole su propio sello, haciéndolo realmente criollo en todo el sentido de la palabra, proceso que llegó a su máxima expresión en la figura de Felipe Pinglo, considerado como el más importante compositor dentro de este género.
El vals -y la polka criolla- se convirtió en el rey de las jaranas "de rompe y raja", en narrador de la vida en el "callejón de un solo caño", en el depositario de la tradición oral del barrio, en expresión neta del alma popular.
En aquellos primeros años del siglo, cuando no existía ningún tipo de mercado del disco o de la radio, el vals criollo conservaba su carácter de vivencia colectiva, de celebración ritual en todas las fiestas y "jaranas", familiares o de barrio, en las cuales se difundían las nuevas composiciones y los intérpretes se daban a conocer.
Del repertorio vigente en esos años han quedado como testimonio los discos que el dúo Montes y Manrique grabara en 1911, que se han convertido con el tiempo en el primer documento sonoro sobre música popular costeña hecho en este siglo.
Pocos años después, con Pinglo, el vals se haría "intencionado en sus versos, profundo en su melodía y esencialmente mensaj ero de honda emoción social", al decir del periodista Ricardo Miranda.
Entre los compositores criollos más tradicionales se cuentan a Pedro Espinel, Pablo Casas, Laureano Martínez Smart, Manuel Covarrubias, Máximo Bravo, Eduardo Márquez Talledo, Pedro A. Bocanegra, Alcides Carreño y Manuel Raygada, así como Serafina Quinteras y Amparo Baluarte.
En la década del 50, aproximadamente, el vals entra en un proceso de cambio, al igual que Lima misma y su sociedad. Lima ya no era la misma ciudad tranquila de principios de siglo; se había iniciado la gran migración provinciana, que la convertía inexorablemente en una gran urbe que crecía día a día, donde las condiciones de vida se hacían cada vez más duras y agresivas.
Compositores como Mario Cavagnaro o Augusto Polo Campos trataron de recoger estas transformaciones, incorporando en sus temas la "replana" o "jerga" limeña, consiguiendo con esto un nuevo arraigo entre la población.
Al mismo tiempo, el auge que adquirieron la difusión radiofónica y la industria del disco no sólo significó la introducción de géneros musicales foráneos, sino también implicó que muchos creadores optaran -voluntaria o involuntariamente- por adaptarse a las exigencias técnicas de estos nuevos canales de difusión; por ejemplo, un tiempo límite, exclusión de los "diálogos" o contrapuntos entre intérpretes, imposibilidad de improvisar estrofas, reducir el número de las mismas, etc.
Al respecto, opina el musicólogo Raúl Romero: "Es debido a estas transformaciones que surge la necesidad de crear los "Centros Musicales" luego de la década del 30, cuando el vals parecía dejar algunos de sus rasgos acostumbrados.
Centros como el "Carlos A. Saco" y el "Felipe Pínglo Alva", nombrados así luego de la muerte de ambos autores, se convierten, según César Santa Cruz, en "auténticas peñas donde se guarda la tradición musical"" (En La música en el Perú, Popular y Porvenir, 1988).
Otros compositores de este período son Lorenzo Humberto Sotomayor, Erasmo Diaz, Alberto Haro, Manuel Acosta Ojeda, Luis Abelardo Núñez, Rafael Otero y, entre las mujeres, Alicia Maguiña.
En esta época también se hizo conocido el guitarrista Oscar Avilés, quien se ganó tantos admiradores como detractores por los novedosos punteos con que acompañaba a los cantantes, en los que apenas se podía percibir la base rítmica del compás de 3/4, pero que resultaron ser vistosas e innovadoras introducciones y ornamentos para las melodías.
En medio de este panorama, surge la figura de Chabuca Granda, autora del famoso vals "La flor de la canela" y del no menos conocido "Fina estampa".
Ella, a diferencia de otros cultores del vals criollo, no era de extracción popular, y expresaba en sus temas la nostalgia de los antiguos limeños por la Lima tradicional que se iba perdiendo, y por el tiempo pasado que, sin duda, recordaban como una época mejor.
Chabuca Granda abrió un nuevo camino al fusionar el vals criollo con armonías de jazz y bossa nova, tratando de innovar y hacer evolucionar el género, con lo cual, si bien lo enriqueció musicalmente y lo llevó a escenarios internacionales, lo alejó más aún de sus raíces urbano-populares.
En los últimos años han surgido diversas tendencias que han pretendido innovar el vals, aunque sin alcanzar gran trascendencia, quizás porque, en palabras de Oscar Avilés, se ha perdido el "sabor" criollo, "no por culpa de los jóvenes, sino porque no hubo transmisión del mensaje en el momento adecuado, la tradición se quedó en los barrios y no trascendió" (En entrevista publicada en La República, domingo 20 de octubre de 1996).
Cabe destacar, dentro de esta breve reseña, la figura de doña Rosa Mercedes Ayarza de Morales, quien fuera hasta su muerte infatigable cultora e investigadora de todos los géneros criollos (incluyendo los de origen africano), aportando además numerosas composiciones.
Entre algunos de los compositores más conocidos recientemente dentro del género hay que mencionar a José Escajadillo, Félix Pasache y Juan Mosto.
EL APORTE AFRICANO
Con la llegada de los esclavos africanos, arribaron también a nuestras costas numerosas voces, ritmos y atuendos distintivos.
Estos se amestizaron durante todo el virreinato, encontrándose actualmente en instrumentos musicales (tales como el cajón y la quijada de burro), ritmos característicos (panalivio, zamacueca o mozamala, festejo, landó, toro mata, socavón, el zapateo y hasta la conocida marinera), y en la particular entonación de las líneas melódicas.
En textos y crónicas del siglo XVIII ya se encuentran referencias y descripciones de los bailes negros, reputados en su época como escandalosos y hasta obscenos; transformados con el tiempo, no sólo han sobrevivido, sino que también se han abierto paso en todos los escenarios, volcándose a todos los públicos.
Actualmente no sólo en las peñas, sino también en las discotecas limeñas consideradas más "exclusivas", no puede faltar una selección de la alegre música negra, que mueve a todos los presentes a la pista de baile.
De toda la música considerada criolla es la que más aceptación tiene en la actualidad entre la juventud. Probablemente su pegadizo ritmo binario la hace más fácil de comprender, entonar y bailar.
Ni siquiera el Vals se ha visto libre del fuerte legado cultural africano y ya se considera imprescindible su acompañamiento con cajón y otros instrumentos de percusión.
A propósito de esto, antiguamente eran célebres las jaranas de la legendaria Valentina, en el victoriano "Callejón del Buque", donde los concurrentes gozaban por igual con valses, polkas, marineras y festejos, interpretados siempre por guitarras y cajón.
La cantante Susana Baca recordaba hace poco, en una entrevista radiofónica, las jaranas de dos y tres días que sus mayores celebraban, cuando era niña; "... y a la hora en que se ponían a bailar la "mozamala" nos enviaban a dormir... los niños, y sobre todo las niñas y jovencitas no podíamos ver cómo bailaban eso las señoras".
Hay que aclarar, además, que los negros siempre se han considerado criollos y que la distinción entre la práctica musical "negra" y "criolla" surge a partir de la década del 50, como consecuencia de "un movimiento de revitalización cultural influenciado por la corriente 'africanista'", según anota en un ensayo la investigadora Rosa Elena Vásquez. Nicomedes, notable decimista, recopiló y grabó numerosos temas negros en un disco que ya es histórico, "Cumananas"; fue además escritor, periodista, investigador, compositor y hábil bailarin.
Similar labor asumió su hermana Victoria, dedicada durante largos años a la investigación y recopilación; actualmente es catedrática en una universidad norteamericana.
Sus sobrinos, Octavio y Rafael, conforman un conocido dúo que ha grabado temas tradicionales negros introduciendo algunas innovaciones. Párrafo aparte merece el conjunto "Perú Negro", que ha llevado por casi todo el mundo las diversas danzas costeñas de origen negro, limeñas y de otras procedencias.
LA "CHICHA" O LA IRRUPCIÓN DE LO ANDINO
Seria impropio considerar a la expresión musical denominada "chicha" como folklore, ya que, de acuerdo a convenciones establecidas, no se puede calificar como tal a ninguna forma musical de menos de 50 años de existencia y uso popular.
Sin embargo, el fenómeno social que la ha originado es de total actualidad, por lo que resulta de interés dedicar algunos párrafos al tema.
La música andina mestiza ya había llegado a la capital durante los años 20, originando entre algunos compositores "académicos" una corriente indigenista, totalmente apartada, sin embargo, de la práctica popular.
Es a partir de los 40 que la aparición del disco y la radio marcaría una nueva etapa en la difusión cotidiana de la música andina aunque era todavía en los coliseos, clubes y campos deportivos donde los intérpretes establecían contacto directo con su público, en su mayoría migrantes.
En los años 50 y 60 la música, fiestas y danzas andinas se hacen cada vez más presentes en Lima, como consecuencia de la acelerada migración de campesinos de la sierra registrada en ese periodo, quienes se instalaron en la periferia de la ciudad, formando los llamados "pueblos jóvenes".
Al mismo tiempo, los medios de comunicación introducen en el país, entre otros géneros extranjeros, la cumbia colombiana, que alcanzó gran aceptación.
Esta, al ser acogida también en zonas andinas donde la banda era la más frecuente forma de conjunto musical, sufrió ciertas variaciones (de forma e interpretación) y se convirtió poco a poco en un gran éxito comercial al que numerosos grupos se adscribieron.
Cada uno, por supuesto, le impuso sus propios gustos y preferencias. Paralelamente, Lima cambiaba el perfil de sus habitantes. Según los últimos censos del INEI, cerca del 50 % de la población de Lima Metropolitana la componen inmigrantes, en su mayoría oriundos de la sierra.
Estas cifras no contabilizan cuántos pobladores nacidos en Lima son sus descendientes, pero si recordamos que la inmigración se inició hace unos 35 años, cabe suponer que se elevaría considerablemente el porcentaje de población limeña de origenes andinos, que pasa a ser abrumadora mayoría, en un 75 u 80 %.
Así, en las ciudades mestizas de la sierra, pero sobre todo en Lima, más expuesta por su condición de capital a las influencias externas de los medios, el legado musical andino se combinó con la cumbia y recibió influencias de otros géneros gustados por los jóvenes, como la salsa y el rock.
El camino estaba trazado. La forma musical denominada "cumbia peruana" o "chicha" aparece y se impone paulatinamente como la favorita de la juventud descendiente de inmigrantes andinos, volviéndose tan imprescindible en sus fiestas populares -por supuesto, con diferentes prácticas de socialización-, como lo había sido el vals en las antiguas jaranas limeñas.
El enorme éxito comercial de esta forma híbrida la hizo saltar rápidamente de las fiestas populares a algunas radios, con lo que su presencia en el contexto urbano se consolidó, si bien en forma paralela y marginal, es decir, a través de sus propias empresas promotoras y de sus propios canales de grabación, distribución y ventas.


Loreto
EL REGATÓN
Es una figura legendaria en la selva, integrada desde tiempos remotos a la vida de los pobladores. Es una suerte de vendedor ambulante que se moviliza sobre un bote o balsa, recorriendo ríos, quebradas y lagos para negociar con los habitantes de las riberas.
Truecan su mercadería (generalmente prendas de vestir, artículos y enseres domésticos, sal o alimentos en conserva, y por supuesto aguardiente) por pieles, granos, animales, jebe, polvo de oro, etc.
Estos regatones cubren las necesidades de los habitantes de comarcas apartadas, comunidades nativas, campamentos madereros y lavaderos de oro, que no pueden ir de compras fácilmente a los centros poblados.
Es preciso señalar, sin embargo, que aunque el regatón es un negociante que se expone a múltiples riesgos, muchas veces abusa de sus prerrogativas, tomando a cambio de sus mercaderías cantidades excesivas de los materiales de la selva.
EL MATERO Y EL TROCHERO
El matero es el experto conocedor de la selva, que la cruza en cualquier dirección, atraviesa quebradas, "aguajales" y marañas, conduce a las expediciones que buscan "manchales" de maderas extractivas y preciosas.
EL PRÁCTICO
Se conoce con este nombre a los pilotos que navegan por los cambiantes cursos de los ríos de la selva. Ellos deben poner en práctica toda su pericia y todas sus dotes de observación para encontrar señales que los orienten en el bosque, pues los ríos son tan caudalosos que modifican constantemente su ruta o canal; puede suceder que una isla que se avistó en la mañana ya no sea visible al caer la tarde.
El práctico acostumbra llevar una bitácora de viaje donde anota todas las ocurrencias de su recorrido para reportarlas al llegar a la capitanía.
EL CHACARERO
Vive a la orilla de los ríos, practicando una agricultura primitiva con el método de tala, roce y quema.
Cultiva principalmente plátanos, yucas, maíz y frijoles, pero la "chacra" es abandonada después de haber obtenido dos cosechas, dado que el suelo de la selva, una vez desprovisto de su vegetación natural, es pobre.
ARTESANIAS
Las etnias loretanas elaboran una gran cantidad de artículos artesanales, como cestos de paja, piezas de cerámica, telas pintadas, bordados y otros utensilios y adornos hechos a base de recursos naturales de la región, como cortezas, hojas, flores, fibras vegetales (chambira, huambé, yute, shapaja), semillas (huayruros, ojos de vaca), plumas de ave y maderas de diversa calidad.
Muchos indígenas destacan como constructores de canoas y balsas, hechas con una madera especial llamada "palo de balsa", que es liviana y de gran flotabilidad; otros se dedican a plantar estos árboles como una especie de negocio.
Además de ser usado como instrumento de transmisión de mensajes en clave, los indios usan el manguaré como el principal utensilio musical de sus fiestas; es el acompañante de las melodías del cantante de la tribu que celebra, danzando a la luz de las hogueras, hasta que todos sus miembros quedan exhaustos.


Madre de Dios
MUSICA Y TRADICIONES
El folklore de Madre de Dios ha sido difícil de estudiar, dada la inaccesibilidad y la escasa densidad demográfica del territorio.
El ministerio de Educación y los misioneros han conseguido recopilar sus leyendas y mitos, en tanto que el eminente compositor y musicólogo alemán Rodolfo Holzmann recogió algunos cantos de las tribus selváticas peruanas, incluyendo entre ellos uno de la tribu culina, que habita el extremo noreste del departamento, en la zona limítrofe con Ucayali.
Su folklore tiene mucho en común con el de otras regiones selváticas, aunque a veces, según suele ocurrir en la transmisión oral de leyendas, se han cambiado diversos caracteres.
En Puerto Maldonado se cuentan historias de personas desaparecidas a causa del "chullachaqui", un hombrecito de pequeña estatura vestido con sombrero, camisa roja y pantalón corto; su pierna derecha es más corta que la izquierda y tiene pies de tigre. Está siempre al acecho para llevarse a la gente y hacerla desaparecer.
En lñapari existe la leyenda del "mapinguay", enorme y corpulento animal de un solo ojo, con patas traseras como de buey pero terminadas en garras. La única manera de destruirlo es cortándole el ojo.
Pero cuentan que una vez un hombre, por librar a su hijo del mapinguay, le arrojó ácido muriático a la cara; el monstruo, lleno de rabia, soltó al muchacho y abrió su desdentada boca abalanzándose hacia el hombre, instante que éste aprovechó para meter su mano dentro del animal, cogerle la cola con toda su fuerza y volverlo del revés, dejando al descubierto su interior.
Así murió el terrible monstruo, pero sus congéneres siguen vagando por la selva... En Tahuamanu se invoca al pajarito "irapuru", que atrae la suerte en el juego y en las aventuras amorosas.
Este pajarito también sabe hablar cuando cree necesario amonestar a alguien, dar lecciones y castigar a los codiciosos. Se dice que en una ocasión le habló así a un jugador descontento: "Amigo mio, no se puede conseguir todo al mismo tiempo.
Hay que perseguir una cosa u otra." Dramáticas leyendas explican la existencia de las tribus iñaparis. Un audaz cauchero atrajo a la hija del cacique, valiéndose del triste y melodioso canto del "tunche" y la raptó.
El atribulado padre salió con toda la tribu en su búsqueda abandonando el río Acre, donde hasta entonces habían vivido.
El rastro del raptor los alejaba cada vez más, llevándolos hasta el Brasil, donde habrían sido capturados por una tribu enemiga; la selva guarda el secreto de si sobrevivió la hermosa prisionera, Y el Acre quedó desolado, pues ella jamás volvió. Sólo quedó su recuerdo en el nombre del lugar, lñapari.
Extraordinarios mitos aclaran los orígenes de algunas tribus, de las diversas plantas alimenticias, de los ríos y de los seres que conforman el hábitat selvático, en tanto que otras narraciones hablan de los espíritus que los pueblan, de la crueldad de los caucheros; asimismo los abusos de los falsos misioneros también han perennizado su recuerdo en la tradición oral.
LOS RITUALES DEL "AYAHUASCA"
La ceremonia nocturna del "ayahuasca" se realiza los martes y los viernes. El "maestro" y sus clientes ingieren este preparado amargo (a base de tallos macerados de una liana que crece en la selva), cuyas propiedades alucinógenas han sido interpretadas con criterio mágico por la medicina popular.
Los curanderos y sus clientes recurren al "ayahuasca" ya sea para aliviar el dolor o la enfermedad, o bien para descubrir lo desconocido y conocer el origen de las cosas.
Se afirma que esta bebida alucinógena otorga, mientras dura su efecto, la facultad de prever el futuro y una clarividencia extraordinaria; la tradición popular cita casos de hallazgos de tesoros o de personas perdidas en la selva, descubrimientos de robos, etc.
Las visiones del "ayahuasca" son alucinaciones visuales organizadas, muy complejas, que se producen espontáneamente, y participan en ellas muchos territorios de la percepción y otras funciones psíquicas.
Sin embargo, a lo largo de este proceso hay lucidez, y el sujeto registra estas vivencias como si fuera un espectador, conservando incluso su juicio critico, consciente de su irrealidad.
A esta etapa de intoxicación sigue un estado de debilidad, y finalmente el sueño.













Moquegua
La primera referencia a lo tradicional en el departamento de Moquegua es, por lo general, su agradable clima; las hermosas puertas claveteadas de bronce y plata, y los clásicos patios coloniales de sus antiguas residencias; su artesanía de paja y su cerámica; sus sabrosos dulces y frutales; sus "entierros" y la milagrosa Santa Fortunata.
Moquegua, en el tipo de sus habitantes, en su lenguaje y costumbres, a la par que en su tradición oral, muestra marcada supervivencia hispana. Muchos de los llamados "arrorro" han variado extrañamente la letra presentando curiosas expresiones, pero su tonalidad es siempre suave y tierna.
Los primeros "cuentos de fórmula" narrados por la madre a su hijo son parte de este dulce juego e inconsciente enseñanza que encierra generalmente el folklore materno-infantil: "¿Quieres que te cuente el cuento del gallo pelao, que pasando el río se quedó helao?".
Aún hoy no resulta muy extraño escuchar de algún afortunado que ha destapado un "entierro". Son famosas las alacenas ocultas, empotradas a las gruesas paredes de sus antiguas casonas que de repente son descubiertas guardando grandes tinajones con oro y plata.
Muchas fortunas han tenido ese origen, aunque a veces se alega que solamente son "decires" de la gente. La amena Pequeña antología de Moquegua de Ismael Pinto Vargas descubre en "Alma de un pueblo", la vigencia actual de conocidas leyendas como "la de la viuda", esa fantasmal aparición que aterra a grandes y chicos, y cuyo recuerdo es a veces explotado por algún intencionado visitante nocturno.
Reaparece, asimismo, la sabrosa anécdota, hoy cuento, de "Aquí están los moqueguanos", pregón olvidado de los ya casi desaparecidos alfajores: "ya se van los moqueguanos", grito que clama por un amante artista que lo perennice en canción, así como Atilio R. Minuto lo perpetuó en zumbón relato. Mildred Merino de Zela, la distinguida folklorista nacional, ha realizado interesantes estudios sobre estas costumbres del sur del país.
LETRILLAS
En los momentos en que Moquegua discute sus problemas o un hecho cualquiera que ha ganado la popularidad de la gente, y sobre todo en época de elecciones, aparecen las célebres "letrillas" moqueguanas, cuyos autores suelen firmar con los seudónimos de "El Nuncio", "El Duende", "El Brujo", etc.
Estos pequeños poemas tienen el efecto de un fallo judicial. No hay moqueguano que deje de leerlos y no termine por compartir la opinión del autor. Muchos de ellos son picantes, sarcásticos, subidos de tono, pero a los moqueguanos les gusta leerlos y los encuentran muy sabrosos.
Estas letrillas circulan en las vísperas de las grandes fiestas religiosas (Santa Fortunata, Santa Catalina). En muchos casos aparecen escritas en letras rojas, de preferencia cuando están dirigidos a censurar la actitud o el proceder de alguien. Rescatamos éstas, descriptivas y añorantes: "Los morenos en comparsas / danzaban bailes antiguos que todavía las personas recuerdan por estos trigos." "Al son de música extraña con flautas y con tambores que tocaban a impulsos de la coca y el licor."
En Moquegua el mote popular es pícaro de ingenioso; no falta por eso, en las letrillas, la "chapa" del personaje que interviene en el poema.
Son también profusos en la vida cotidiana los apodos, a cual más ingenioso, como "la susuca", "las sin zapatos", "las churucas", "el pichón calato" (a un arrogante coronel), "la quitacueros".
FIESTAS
Las familias moqueguanas recuerdan con nostalgia las alegres reuniones campestres en que la marinera estallaba de entusiasmo con la fina gracia de las damas, en tanto que las más reposadas parejas hacían honores a las sabrosas paltas y aceitunas, al siempre exquisito zapallo (el mejor del mundo), a los damascos y bollos de yema y "las cocadas de Moquegua".
Otras danzas tradicionales son la sarauja, la cuchumbaya y la cacharpaya.
Las fiestas religiosas de la ciudad no congregan como antes largas caravanas procedentes de pueblos del interior y departamentos vecinos llegando con danzas y vestuario típico; era ocasión para recordar la elegante "cuadrilla de lanceros" que se bailó en sus salones hasta los primeros decenios de este siglo.
Sin embargo se festeja aún a sus santas más famosas como Santa Fortunata y Santa Catalina, así como la fiesta de la Cruz en el mes de mayo, que es una de las más concurridas.
El rasgo peculiar de esta fiesta es la gran cantidad de cruces que aparecen. Los moqueguanos suelen dividirse en grupos para acompañar la cruz de su devoción y de su fe.
Desde el mediodía comienza la ímproba tarea de recaudar los óbolos necesarios para sufragar los gastos de la fiesta y comprobar los adornos multicolores que llevará la cruz.
Allí están por las calles de Moquegua la cruz del Calvario, la del Portillo, la de San Bernabé, la de Cuaní, la de Huayco y por la campiña están las cruces de Huaracani, Estuquiña, San Antonio, etc.
En horas de la noche el espectáculo es sugestivo. En la cima de los cerros, en las faldas de las quebradas, encima del verdor de la pródiga campiña y en la misma ciudad se recortan como enormes luciérnagas las luces de las linternas y de los cirios que alumbran a cada cruz. La pirotecnia rivaliza en el cielo con los cohetes, castillos y fuegos de artificio.
La fiesta de la cruz dura toda la noche. Alrededor de los "augustos maderos" danzan las comparsas y los fieles ofreciendo plegarias y rezos al Señor. En el mismo mes de mayo, el día 15, se celebra a San Isidro.
SANTA FORTUNATA
La única iglesia en el Perú y posiblemente una de las pocas en el mundo en que se venera a un santo de cuerpo presente, es la iglesia de Santo Domingo en la ciudad de Moquegua, donde está permanentemente expuesto en una urna el cuerpo de Santa Fortunata, virgen y mártir de los primeros siglos del cristianismo.
Es extraordinaria la devoción que existe en Moquegua por esta santa, a la que se le atribuye muchos milagros y que, según la tradición, ha prevenido los grandes acontecimientos que han ocurrido en Moquegua a través de milagrosos fenómenos, como el crecimiento de sus uñas y de sus cabellos.
Se dice que comenzó a sudar antes de que el ejército chileno, a órdenes del comandante Salvo, entrara a la ciudad, a la que impuso crueles cupos de guerra. Su fiesta, que se celebra el 14 de octubre, da lugar a un verdadero acontecimiento de fe y devoción al que se unen numerosos peregrinos que llegan de todas las localidades del departamento y de los vecinos.
Santa Fortunata figura entre los mártires del cristianismo, pero es muy poco lo que se conoce de su vida y no se sabe exactamente en qué año murió, aunque se cree que fue hacia el año 300.
Su cuerpo, sepultado en las catacumbas de Calepidio, permaneció allí durante quince siglos, hasta que el Papa Pío VI autorizó su exhumación y dio igualmente permiso para que el cuerpo de la santa fuera conservado o donado y expuesto a la veneración pública, junto con el vaso con su sangre que se conservaba en su tumba.
Estos hechos sucedieron en 1793, época en la que, nombrado custodio de las sagradas reliquias Jaime Sevenine, canónigo de la iglesia de San Marcos de Roma, decidió donarías al padre Tadeo Ocampo, prefecto y comisario de misiones del apostólico Colegio de Menores Franciscanos de Moquegua.
Pero todos estos hechos están rodeados de relatos y leyendas. Así, por ejemplo, se dice que el cuerpo de Santa Fortunata fue llevado por doce franciscanos, en un peregrinaje por diversos países.
Todos ellos murieron y el último que quedó la trajo a Moquegua. Se asegura también que Tadeo Ocampo fue el que hizo el peregrinaje en el mismo año de 1793, recorriendo España, Brasil y Argentina, países en donde se rindieron grandes honores a las reliquias, las que finalmente llegaron a Moquegua el 8 de octubre de dicho año.
Existen otras versiones que dan crédito a hechos de naturaleza milagrosa, pero todos estos relatos tienen en común la creencia de que fue la propia santa la que decidió permanecer en Moquegua haciendo su cuerpo tan pesado que nadie pudo levantar la urna.
Cuenta la tradición que en todos los puertos en que quisieron desembarcarla ocurrió lo mismo y que el milagro se ha repetido varias veces en Moquegua, cuando los franciscanos acordaron enviar las reliquias a las lejanas islas de los mares del Sur o a otros países de América en donde querían estimular las vocaciones.
Dentro de la urna se encuentra aún el vaso que contiene la sangre de la santa que, según afirmación de sus devotos, se ha licuado también en varias oportunidades.
Su llegada a la ciudad de Moquegua en 1793 dio lugar a grandes muestras de fervor que se repitieron por espacio de una semana, durante la cual se expusieron por primera vez las reliquias a la veneración pública en esta ciudad, cuyas calles fueron alfombradas de flores.
Los restos están cubiertos por una capa de yeso que le dan el aspecto de una imagen. Fueron venerados primero en la iglesia matriz y a causa de los terremotos se la trasladó a San Francisco y después a Santo Domingo, donde se encuentran actualmente.


Pasco
Antiguas costumbres relacionadas con el trabajo de la comunidad se encuentran aún muy vivas en Pasco.
Por ejemplo, la fiesta de la marcación del ganado (conocida también como la fiesta de Santiago), común en muchas zonas andinas, se realiza el último domingo de carnavales, al son de los tradicionales instrumentos de tinya, cuernos y pitos; pero las celebraciones continúan hasta el "Viernes de Ceniza", en el que se entierran las pequeñas porciones que se han cortado de las orejas de los animales al marcarlos.
La chicha y el aguardiente, así como la coca, exaltan en los campesinos los sentimientos de unión con la pachamama, a la que agradecen por haber cuidado de sus animales.
Otra de las tareas y fiestas comunales es la construcción de la casa, en la cual todos participan, grandes y chicos. Los varones llevan palos, pajas, coca y aguardiente, y las mujeres contribuyen con papas, cebollas, yerbas, sal, leña y chicha, para compartir y reparar fuerzas.
Al terminar la construcción se inicia la fiesta o wapi-urpu, nombrando padrinos para la casa, cuya primera misión consiste en armar dos muñecos que representen a los dueños de la casa y pasearlos por todo el pueblo, al son de arpas y violines.
Los festejos duran una semana completa, al cabo de la cual padrinos y dueños de la casa agasajan, agradecidos, a todas las personas que cooperaron en la obra. Son universales los relatos de espíritus y apariciones misteriosas.
Entre los mineros de Cerro de Pasco existe la creencia de que ninguna mujer puede entrar en una mina porque trae desgracia, es decir, accidentes fatales. Existen dos versiones de esta leyenda.
Según una de ellas, todo lo que se halle bajo la superficie de la tierra pertenece al demonio, y por eso la mujer, que parece un espejo de la Virgen María es violentamente rechazada; según la otra versión, el espíritu de la mina es femenino, y al entrar una mujer a la mina ésta sufre de celos, por lo que se venga de los mineros que "la han traicionado".
En el pueblo de Huaylasjirca se dice que, al dar la medianoche, los diablos salen a bailar en el arco de la torre de la iglesia, razón por la que los habitantes se cuidan de no transitar por allí a esas horas.
Se asegura que también deambulan por la plaza de armas, y que si algún transeúnte tropieza y cae cuando ellos están allí, inevitablemente enfermará y morirá.
En las fiestas patronales y de aniversarios cívicos se acostumbra a celebrar, sobre todo en Oxapampa, el llamado "torneo de cintas a caballo".
Grupos de jóvenes demuestran sus habilidades ecuestres ensartando al galope las cintas que para el efecto cuelgan de un travesaño con una pequeña argolla al extremo.
Cabe mencionar que las cintas son donadas por las muchachas de la localidad y vienen pintadas o bordadas con hermosos motivos.
Entre las danzas más gustadas se encuentran las de "Los Viejos" y "Los Capitanes", organizadas por los "mayordomos" que desean dar mayor realce a sus fiestas patronales; así como las arrolladoras "mulizas", que hacen vibrar a los cerreños en cualquier ocasión en que las escuchen.
EL MINERO
Sin la proverbial resistencia del minero cerreño, sin duda no hubiera sido posible la explotación minera de la zona.
Sin su fuerza de voluntad y sus nervios de acero, no se habría levantado una ciudad, ni mucho menos una industria minera de la envergadura que actualmente ostenta.
Los mineros peruanos, esos hombres al parecer insignificantes, de baja estatura y rostros cobrizos, son valientes y osados, y físicamente están dotados de un corazón y caja torácica más grandes de lo normal, que lo adaptan completamente a su medio confiriéndole excepcional resistencia a la altura, así como al trabajo pesado; cualidades todas que han sido comprobadas científicamente por diversos investigadores, entre los cuales destaca el médico peruano Carlos Monge con su obra Estudios fisiológicos sobre el hombre de los Andes (1928).
El minero peruano ha demostrado durante siglos una gran capacidad de asimilación, seguida con atención por los científicos de todo el mundo, y ha sido considerado por la OIT uno de los mejores trabajadores del mundo, y también el que labora en las condiciones más duras.
Sin embargo, sus excepcionales condiciones físicas y humanas no han sido siempre reconocidas y valoradas.
Durante el virreinato, por ejemplo, la codicia de los conquistadores sometió a esta raza a los más deplorables abusos, con perjuicio de millares de vidas.
La organización social y política virreinal estableció un sistema de sobreexplotación, tanto de los recursos mineros como de los trabajadores; el sistema de "obrajes" diezmó a la población aborigen asignándole abrumadores trabajos forzados y gratuitos, que la redujeron prácticamente a un estado de esclavitud.
Hubo, desde luego, quienes defendieron los derechos de los indígenas, como el notable religioso Bartolomé de las Casas.
Pero a pesar de todos estos esfuerzos y de que se dictaron normas para evitar y corregir los abusos, los indios continuaron a merced de un sistema feudal despiadado, cuyos agentes muchas veces ni siquiera permitían que saliesen del interior de los socavones por temor a que huyesen o a que fuesen reclutados por otros mineros.
Esto causó una altísima mortalidad entre los trabajadores, ya sea por las emanaciones tóxicas de los socavones o por los derrumbes de los mismos. Tras la independencia no se consiguió tampoco una gran mejora en las condiciones del minero, al menos en un principio.
A partir de la segunda mitad de este siglo las grandes empresas mineras han cambiado su tratamiento hacia el trabajador minero. En la actualidad éste percibe altos salarios, goza de la mayor parte de los servicios básicos en sus campamentos y ciudades, y sus hijos cuentan con colegios gratuitos.


Piura
Piura, tierra de insignes héroes y artistas, canta en el folklore desde su mar brava hasta sus altas montañas. Según Bruno Reyes, "son múltiples las facetas de la identidad cultural popular y regional que se dan al escuchar y al cantar: conflictos emocionales, religiosidad popular, historia de sus pueblos, encanto de la naturaleza".
En la actualidad, el yaraví, el triste y la cumanana tienen muy pocos cultores, aunque los dos primeros todavía se interpretan en la sierra piurana Ayabaca y Huancabamba), el tondero cuenta con algunos pueblos en la quebrada del Alto Morropón, y la marinera tiene en Sechura su mayor presencia: todas sus festividades importantes se celebran al compás de marineras, casi todas compuestas por sechuranos y ejecutadas por bandas sechuranas, muchas de ellas pertenecientes a clanes familiares que compiten entre sí. Otra vertiente de la idiosincrasia piurana está presente en los "dichos".
El tradicional valor de los piuranos halla eco en la frase: "A mi nadie me pisa el poncho", pronunciada no sólo para proclamar su hombría, sino como reto cuando tiran al suelo la aludida prenda, oponiéndose al posible contrincante. "Los de Chalaco son bien marrajos", dicen, y hasta las piedras del camino son especiales para afilar su "garantizado" (machete).
ALGARROBOS, CABRAS Y " PIAJENOS"
Así como el algarrobo es el rey de la flora piurana, el burro es el rey de la fauna cuadrúpeda de Piura. Y entre las aves, el dorado se lleva la corona.
El algarrobo es la imagen vegetal del departamento, no sólo por su abundancia, sino por sus virtudes. Pareciera que el espíritu piurano se ha confundido y amalgamado con este árbol, que inunda todo el paisaje del departamento de Piura.
Apenas el viajero o el visitante llega a Piura lo primero que hiere sus pupilas es la figura verde y señera del algarrobo que, según la mayoría de los piuranos, debería figurar en el escudo de la ciudad.
El algarrobo vive en Piura desde tiempos inmemoriales. Y allí ha encontrado su hábitat perfecto porque no se conoce otra zona agraria del Perú donde este árbol crezca tan ufano y tan límpido.
Los conquistadores incas debieron llevar sus semillas hasta el extremo sur del imperio del Tahuantinsuyo, porque en Tucumán (norte de Argentina) se levantan todavía hoy los algarrobos, que deben ser tataranietos de los duros leguminosos piuranos. El algarrobo se encuentra en todas partes.
Hasta en la comida y en la bebida del piurano. Llena todo el ámbito. Crece en el desierto, en medio del arenal sediento desafiando la inclemencia del sol y sobreviviendo de la humedad subterránea. Bordea las orillas de los ríos y de las lagunas.
Forma los bosques. Ofrece su sombra, su madera, sus hojas y sus flores a los pobres y a los ricos, a los hombres y a los pacientes asnos y traviesas cabras. El algarrobo da todo y sirve para todo.
Brinda su sombra en las horas pletóricas del sol y de calor, y en las noches ofrece sus troncos y sus copas para amparar al viajero del "sereno" y del frío, a los campesinos les regala su madera para que enciendan sus fogones -con un carbón de mayor duración y poder calorífico- para cocer sus alimentos y abrigarse por las noches, para fabricar los horcones de sus techos, los cercos que delimitan sus campos, así como gran parte de sus utensilios domésticos.
De su tronco se obtiene una madera negra y dura, que sirve para hacer bastones pequeños que jamás se rompen y que sirven a los arrieros para excitar la marcha de sus "piaras" de burros; sus hojas y sus flores regadas en la tierra forman "el puño", el mejor abono vegetal de Piura.
El algarrobo sobre todo obsequia su fruto o vaina, de color dorado, que no sólo sirve de pasto para los animales, sino que hervida y concentrada produce la famosa algarrobína, espesa y morena, base de los cocteles más agradables que se conocen en nuestro país, y cuya fama afrodisíaca ha traspasado las fronteras nacionales. Así, el algarrobo es la bendición de Piura.
El burrito es el símbolo de la lentitud de ciertos pueblos, pero también de la modestia y humildad de los campesinos piuranos; el asno comparte con su dueño todas las amarguras de la sequía y de la pobreza, y es partícipe de la época de abundancia y de jolgorio.
En la puerta de cada choza piurana se recorta la figura del asno masticando su algarrobo. Al lado del algarrobo y burro está la cabra, hasta hace pocos años la señora del campo, que daba su carne y su leche a raudales; aún hoy la mayoría del pueblo piurano bebe leche de cabra.
La leche de vaca se impuso en Piura con la apertura de las carreteras, cuando empezó a llegar gente de otras ciudades, en especial de Lima, que la reclamaban para sus desayunos.
La leche de cabra sirve también para fabricar los famosos "quesillos", blancos y frescos, que con miel de chancaca forman un plato digno de los mejores paladares del mundo. La leche de cabra es la base de las famosas "natillas", típico dulce piurano.
Las cabras que abundan en los campos son las que proporcionan la carne para el famoso "seco de cabrito con tamales". Los cabritos tienen que ser muy tiernos, apenas de dos meses, para ser sacrificados.
EL TONDERO
Precisar el significado del término "tondero" continúa generando polémica; al lado de los que postulan que deriva del latín "tondear", están los que sostienen que es la deformación de "lundú", denominación de un baile tradicional, y de "lundero" (el bailarin de "lundú").
Con el tiempo, este baile fue perdiendo figuras y formas hasta unificarse en "tondero" como baile y vocablo. El tondero es muy expresivo, de ritmos muy alegres, vivaz y atrevido.
En el desenvolvimiento del baile se figura el rodeo que el gallo hace a la gallina, la persigue, la mide basta que llega a cogerla por el cuello. Es por eso que cuando se baila en Morropón, es frecuente escuchar: ¡Dale, toma, entra, cógela y muérdele el cuello toma, echa, así!
En toda la costa del departamento de Piura se baila el tondero, pero en cada provincia, pueblo o distrito se baila con diferente modalidad. Así tenemos que el tondero que se baila en Morropón es diferente al de Catacaos y al de todos los otros pueblos del Bajo Piura.
El tondero de Morropón es lento, rítmico y cadencioso, con pausas intermedias. Tiene que ser interpretado con guitarra, cajón y el complemento orquestal de latas y quijadas de burro.
La mujer contonea las caderas, provocando al hombre, haciendo quites sorpresivos y levantando discretamente su falda con la mano izquierda apoyada en la cadera, sin separarla de ésta durante todo el baile, salvo en la "fuga" o "zapateo", cuando usa las dos manos para alzar el ruedo de su falda, cuidando de no exagerar sus movimientos.
El hombre, siempre listo para poder coger o "carear" a la mujer, baila siempre sin dejar de mirarla y moviendo el pañuelo de arriba a abajo, como limpiando el suelo por donde ella va a pasar; con el sombrero hace un ademán de echarle aire, siempre pegándose a la pareja en actitud de careo insinuante.
El tondero de Catacaos es muy alegre y "trotón", es decir, el hombre trata de imitar el trote del caballo, y es siempre tocado por bandas. La "chola" se muestra más altiva en su baile y es más recatada en sus movimientos.
De acuerdo con Guillermo Riofrio Morales, el tondero tiene tres partes claramente definidas, demostrativas de las tres vertientes de su origen: indígena, negra y española.

DIA DE LOS DIFUNTOS
El homenaje a los muertos se inicia desde el atardecer del 1.° de noviembre con la coronación de los "angelitos" y se prolonga casi durante 24 horas.
Por la noche, la costumbre de las "velaciones" convierte los cementerios de Piura, Catacaos, La Unión, Sechura y otros, en ciudades llenas de luces, por las innumerables velas encendidas.
Las familias se reúnen en torno a las tumbas de sus "finaditos" con comidas y bebidas (sobre todo las que eran del agrado del muerto), e incluso con guitarras.
Son también tradicionales en esta fecha las llamadas "roscas de muerto", grandes panes dulces.
ARTESANÍA FILIGRANAS DE ORO Y PLATA
Constituye la actividad artesanal mejor organizada y la más difundida, por la cual destaca la localidad de Catacaos -a 12 km de Piura-, donde se producen originales joyas de elegantes y estilizadas líneas.
Las más populares son las llamadas "dormilonas", aretes compuestos por una parte superior redondeada ("aroma") y una parte inferior colgante ("dormilona"), armados en base a una urdimbre de metal adelgazado en hebras.
La mayoría de los artesanos poseen talleres propios y emplean "aprendices" o "asalariados", pero son los mismos dueños o los familiares más cercanos los que tienen el control de la industria y generalmente los talleres se encuentran ubicados en su propio hogar.
LOS ALFAREROS DE SIMBILÁ
A 5 km de la ciudad de Piura, siguiendo el camino a Sechura, pasando por Catacaos, se encuentra el humilde caserío de Simbilá, con sus casas hechas de troncos de algarrobo, desparramadas sin orden sobre la arena.
A pocos metros de la pista comienza el caserío, rodeado de hatos de cabras y de burros. Por todas partes aparecen los pequeños montículos de arena, en cuyos cráteres abiertos se amontonan trozos de vieja cerámica y cenizas.
Estos son los hornos rudimentarios de los famosos olleros de Simbilá, que practican su peculiar alfarería desde tiempos inmemoriales.
Ellos fabrican esa infinidad de objetos de barro cocido de uso hogareño y doméstico, que emplean las familias campesinas de la región y que aún se encuentran en todo el país.
La típica olla de barro para el hervido de la chicha, las grandes tinajas, jarras, sartenes, cacerolas, peroles, el "aguatero" y el "muco" (típicos recipientes para el transporte y la conservación de agua), el cantaríto, tubos para regadío, etc., son los productos peculiares de los olleros de Simbilá. Para fabricarlos emplean técnicas antiguas y primitivas, heredadas de padres a hijos.
Y todo el pequeño poblado se dedica a este trabajo, practicando además una agricultura muy pobre, pues el agua es sumamente escasa. Los accesorios utilizados por el alfarero comprenden una paleta de madera de algarrobo de 15 cm. de largo, fabricada y comprada en Catacaos, y un pedazo de piedra, de 8 a 12 cm. de diámetro, que procede de los cerros más cercanos al caserío.
Los alfareros de Simbilá suelen emplear un tipo de sello llamado "labradora", de forma ovalada, y que contiene peculiares figuritas o conformaciones, ya sea un ramo de flores o un círculo, por ejemplo.
Algunos objetos llevan decoraciones geométricas hechas por medio de una pequeña astilla de madera o un gancho de metal, de esos que usan las mujeres para sostener el cabello.
Después del secado, untan las piezas con una solución amarilla de limonita (óxido de fierro) que procede de yacimientos de los alrededores de Palta, Tablazo, Bayóvar, etc.

LA CERAMICA DE CHULUCANAS
Últimamente se ha hecho también muy conocida la cerámica de Chulucanas, cuyos artesanos han rescatado las técnicas ancestrales de los vicus -como por ejemplo el "paleteado" y las formas globulares para confeccionar piezas artísticas y utilitarias al mismo tiempo: vasijas, ollitas, fuentes, etc., así como objetos escultóricos puramente decorativos.
El motivo más famoso de esta cerámica son las encantadoras " gorditas ", representadas con grandes polleras y largas trenzas, a la usanza de las campesinas piuranas.
También se representan "gordos", casi siempre en alegres actitudes, así como objetos de uso cotidiano y escenas costumbristas. Es característica la decoración en negativo y el uso de colores oscuros, resultantes de la quema de las piezas en hornos de leña.
Sin embargo, ello no excluye el uso de otros tintes y colores, y muchos ceramistas emplean ya modernos hornos eléctricos, que les permiten controlar exactamente la temperatura y sus efectos sobre las mezclas de arcilla.
Esta cerámica tiene importantes exponentes, como Polo Ramírez, quien ha expuesto sus trabajos en repetidas oportunidades en galerías de Estados Unidos y Europa, obteniendo una gran acogida, y el joven Victor Manuel Juárez, quien emplea las técnicas chulucanenses tradicionales para producir piezas artísticas de estilo más vanguardista, que han sido ampliamente elogiadas por la crítica local.
Asimismo son ampliamente reconocidos los ceramistas Gerásimo Sosa y José Luis Yamunaqué.


Puno
INSTRUMENTOS ANDINOS
Para la entonación de sus diversas melodías los antiguos peruanos contaron con instrumentos musicales finamente labrados, aunque sólo conocieron los de percusión, los de sacudimiento y los de viento.
Entre estos últimos, los más usados en Puno para acompañar las danzas son, además de la antara o zampoña, la quena, el sicu y el pincullo.
Entre los instrumentos musicales, los más típicos del departamento andino de Puno son los que se detallan a continuación: Es el más típico instrumento musical del antiguo Perú y de las actuales poblaciones nativas.
Es una flauta de caña o hueso, con 3 a 6 agujeros equidistantes entre sí, y cuya longitud no excede los 30 cm.
DANZAS
En Puno se han catalogado más de 300 danzas y bailes típicos, que por su ubicación cultural se pueden clasificar en aimaras y quechuas.
Existen danzas netamente autóctonas de carácter rural, danzas de origen colonial que satirizan a los conquistadores, y danzas mestizas.
Entre las danzas representativas de la rica herencia cultural del departamento podemos citar:
AYARACHI
De origen quechua, según diversos estudios también emparentada con las diversas variantes de las danzas de sicuris del departamento, presenta una comparsa de zampoñistas tocando melodías fúnebres, que expresan el dolor del aborigen altiplánico secularmente oprimido.
Actualmente se baila principalmente en las festividades de la Virgen del Rosario en Paratía (.Lampa).
Participan en la danza conjuntos de 15 a 20 varones (acompañados de las tallas o doncellas), luciendo trajes negros adornados con expresiones ecológicas del altiplano y sombreros con enormes plumas de avestruces y cóndores teñidas de vivos colores; ejecutan la zampoña grande y bombos, produciendo una música triste y fúnebre.
Las tallas visten montera bordada de florcitas, polleras negras y casaquillas adornadas de coloridos botones.
CARNAVAL DE ARAPA
Danza erótica y agrícola que rinde culto al amor, a la tierra y a la fecundidad. Destaca el juego coreográfico lleno de vigor y plasticidad, impulsado por una melodía que habla de la estirpe quechua de los danzarines, acunada a orillas del lago de Arapa, en la provincia de Azángaro.
Es bailada por los campesinos adolescentes quienes, enarbolando banderas blancas, coordinan rítmicamente sus movimientos con los de éstas, traduciendo el coloquio amoroso entre las parejas.
CHOQ'ELAS
Danza ritual aymará que simboliza el tradicional chaco, o cacería de las vicuñas para esquilarlas. En su primera parte se representa la invocación a los espíritus de los antepasados  y los dioses tutelares  rogándoles que otorguen éxito en la cacería y que ésta sea abundante.
La segunda parte de la danza simboliza el acorralamiento de la comunidad a la vicuña, y la tercera su captura.
CHUNCHOS DE YAHUARMAYO
Danza guerrera de las tribus selváticas de las provincias de Sandia y Carabaya, cuyos sangrientos rituales, además de su fama de bravura y fiereza, han originado este nombre quechua, ya que Yahuarmayo significa "río de sangre".
Es ejecutada por unos diez varones, al son de flautas y un tamborcito.
DIABLADA PUNEÑA
Conocida y famosa danza ritual mestiza que congrega a cuadrillas de hasta 150 danzarines, que bailan al son de una alegre música en las festividades de la Virgen de la Candelaria, durante la cual, según una tradición popular puneña, "se abren las puertas del cielo y del infierno".
Representa el triunfo del bien sobre el mal, al dominar el personaje disfrazado de "Arcángel" o "Angel" a las huestes de los diablos.
Los diablos llevan una vestimenta muy lujosa, bordada con brillantes hilos de oro y plata y profusión de deslumbrante pedrería, complementada con una terrorífica máscara de enormes ojos y culebras asomándose por todas partes.
La figura principal es un gran Diablo, cuya vestimenta es aún más lujosa y su máscara mucho más grande.
Sus botas están cubiertas de cascabeles y lleva en las manos pañuelos de distintos colores.
PANDILLA PUNENA
Se baila exclusivamente en los carnavales, lo que los hace ansiosamente esperados por todos. Constituye la mayor expresión del modo de sentir y divertirse del pueblo puneño, y se tienen noticias de su existencia desde antes de 1880.
Es una danza señorial con música de huaynos pandilleros, en cuya ejecución se hermanan todos los estratos sociales, con el preludio obligado de la marinera puneña. Varones y mujeres, ataviados con vistosos mantones de manila, se desplazan elegantemente siguiendo una intrincada coreografía, extensa y complicada, que podría calificarse hasta de barroca.
Para los puneños, la pandilla es la danza por excelencia, tanto es así que no se incluye en los concursos de danzas regionales: hay competencias especiales sólo de pandillas, provenientes de diversas ciudades del departamento.
SICURIS DE TAQUILE
También de estirpe aymará, es una danza de contenido mágico. Interviene una tropa de unos 24 zampoñistas tocando una melodía pausada y cadenciosa, acompañados de bombo y tambor, y un grupo de mujeres.
Ataviados todos con tejidos de vivos colores y sombreros emplumados, danzan durante la época en qué los sembríos están floreciendo, como homenaje y agradecimiento a la generosidad de la Pachamama.
WIFALA
Danza pastoril quechua (aunque se supone de origen colonial), bailada principalmente en carnavales por los jóvenes en edad de matrimonio, con música de pincullos y tambores.
Se ejecuta en parejas, con los danzarines ataviados con la indumentaria típica de su lugar de origen.
La coreografía consta de tres partes: la primera, conocida como "pandilla", manifiesta el vigor, entusiasmo y resistencia de los protagonistas; la segunda, o "guerra", que representa las pruebas que las mozas ponen a los varones, que ellos vencen para poder empezar el servinacuy (matrimonio de prueba) y' finalmente, el cacharpari o despedida, con música más lenta.
TRADICIONES Y LEYENDAS
La leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo, que les atribuye haber salido del lago Titicaca para civilizar a los pobladores de la región y formar un imperio, es de todos conocida. Inclusive cada 4 de noviembre se escenifica este mito en el propio lago, con gran despliegue de balsas de totora, congregando asistentes tanto peruanos como bolivianos.
Cuenta Alfonsina Barrionuevo que gracias a esta representación, la capital altiplánica ha cambiado en los últimos 20 años y que, en su transcurso, "el Inca y su coya desembarcan entre un bramar de pututos y son conducidos en una litera hasta el estadio "Enrique Torres Belón", donde se rinde homenaje al Padre Sol y el sumo sacerdote le ofrenda una llama".
La apuesta consistió en comerse un costal entero de habas aquel que terminara primero ganaría el dominio de toda la zona y obtendría en ella ricos cultivos de cereales.
Venció lnkarí y se hizo dueño del lugar; Kollari, el perdedor, fue confinado a una zona inhóspita, que tomó el nombre de "tierra de los collas".
La fecha fijada es el 18 de septiembre y en el acto se expresa en primer lugar la consternación del pueblo colla ante la muerte del cacique anterior y se procede a la coronación del heredero, finalizando con un concurso de danzas autóctonas.
CEREMONIA DEL CHACO
La cacería de la vicuña con fines de esquila o chaco es otra de las costumbres ancestrales que subsisten hasta la actualidad en Puno. Específicamente en Caía Caía, en la provincia de San Antonio de Putina, a 130 km al norte de Puno, cerca de medio millar de campesinos pertenecientes a cinco comunidades, agrupados en el denominado Comité de Vicuñas de Caía Caía, participan cada año en el mes de septiembre de esta singular "captura".
Esta actividad se realiza desde 1991, año en que el gobierno encargó el manejo y cuidado de estos auquénidos a los campesinos organizados.
La ceremonia comienza antes de la medianoche con el ritual del pago a la tierra; al amanecer los campesinos, provistos de tapas de ollas y silbatos, suben a los cerros formando un circulo humano y proceden a acorralar y esquilar a las vicuñas, tarea que no es indiscriminada ya que se excluye a las crías y a aquellos ejemplares enfermos o cuya lana no tiene la calidad suficiente.
La esquila se realiza, además, ante la presencia de representantes de la Comisión Nacional de Camélidos Sudamericanos y de la Sociedad Nacional de Criadores de Vicuñas.
LA FIESTA DE LA CANDELARIA
La manifestación de fervor y entusiasmo popular más grande del pueblo puneño se festeja oficialmente del 1.0 al 19 de febrero, aunque la ciudad se anima mucho antes con los preparativos, las novenas y la llegada de peregrinos y turistas.
Narra la tradición que en la mina de plata de Laicalota, hacia 1675, la Virgen María se aparecía a los devotos mineros, ayudándoles con su misericordia y bondad, motivo por el que la homenajeaban con gran devoción y pleitesía, siendo venerada como la Virgen de la Candelaria, patrona de Puno.
La fiesta comienza el 24 de enero, cuando los devotos mandan oficiar las misas de novena para reafirmar su fe.
El 10 de febrero se realizan las albas tradicionales, en las cuales participan cuadrillas de bailarines, tropas de sicuris y hay quema de castillos.
El 2 de febrero se inicia oficialmente la festividad, con el concurso de danzas autóctonas. El domingo siguiente al 2 de febrero es la "octava" que se empieza a festejar desde el día anterior con albas, a cargo de diferentes conjuntos de luces, en los barrios y cerros que circundan la ciudad.
A las tres de la tarde es la "entrada de ceras" y por la noche la quema de fuegos artificiales en el parque Pino, donde se encuentra el santuario de la Virgen de la Candelaria, con participación de conjuntos populares de danzas y del pueblo en general.
En la "octava", a las ocho de la mañana se inicia el concurso folklórico de trajes de luces en el estadio "Enrique Torres Belón". La danza más característica de esta festividad es la famosa "diablada puneña", de tradición aymará, y que simboliza la eterna lucha entre el bien y el mal.
A las once se celebra la Misa de Fiesta, y a las dos de la tarde sale la procesión. La fiesta concluye con los cacharparis o despedidas a partir del cuarto día.
La celebración de la "mamacha Candelaria", en la que participan cuatro mil danzarines, congrega cada año a aproximadamente 60 mil visitantes y demanda un gasto promedio de 10 millones de dólares (cabe tener en cuenta que el traje de cada danzarín puede llegar a costar más de mil dólares).
En la fecha central de homenaje a la pequeña imagen (mide poco más de un metro), además de la misa y los fuegos artificiales, los alfereces elegidos el año anterior agasajan a sus invitados con viandas típicas como el rocoto relleno, pepián de cuy, caldo blanco, asado de chancho, etc.
ARTESANÍAS
En las comunidades de Puno, la textilería y la cerámica tienen gran preponderancia en la vida cotidiana y en la economía de sus pobladores: para confeccionar sus vestidos y utensilios, y también para cambiarlos y venderlos en las ferias.
Probablemente uno de los productos artesanales más conocidos de la región sean los "toritos de Pucará", que se venden en el pueblo de este nombre, aunque en realidad son hechos en Santiago de Pupuj a (Azángaro), a 10 km de la estación de tren de Pucará.
Los "toritos de Pucará" conmemoran la fiesta del señalacuy, en la que se señala o marca el ganado desde tiempos inmemoriales mediante cortes en las orejas. La sangre que escurre de las heridas recién abiertas es recibida en varias clases de vasos de cerámica, utilizados según el animal que es marcado.
El torito es representado con las señales que le han sido colocadas, una especie de orlas que le cuelgan del testuz.
Los auténticos toritos de Pucará solamente tienen dos colores: el cuerpo es de un rosado tenue, casi blanco (que es el color del barro cocido sin haber sido posteriormente pintado), y la cabeza, los cuernos y las señales son de color pardo o café.


San Martín
El folklore de San Martín, está caterizado por abundancia de cantos y leyendas que se entonan durante las festividades patronales. Sus bailes tradicionales más representativos son la pandilla y la marinera selvática, así como el tahuampa baile. En cuanto a la artesanía, se realizan trabajos en: cerámica fina, confección de sombreros, cestas y canastillas, collares y tallado en madera.
Folklore, palabra inglesa castellanizada, significa el conjunto de tradiciones y costumbres de las clases populares.
La provincia de San Martín, en especial la ciudad de Tarapoto, está representada por el folklore, sobresaliendo sus danzas y artesanías muy variadas, con influencia antigua de los “Lamistos”, descendientes de los Chancas (provincia de Lamas), los Suchiches, Cumbazas y Chazutinos (provincia de San Martín), heredando de ellos, una cultura viril, pujante y trabajadora, que a través de los años de existencia, no obstante, con el progreso de transculturación producida con la llegada de los españoles a la zona, no han podido ser erradicados, y parte de esta manifestación aún se mantiene con vigor y pureza.
La provincia de San Martín es heredera del saber y sentir de nuestros antepasados, sus cantos y músicas acompañados de su expresión corporal crean la danza mímica y el baile como formas de comunicación.
La Pandilla
Es una danza que constituye una expresión regional, ya que es bailada en todas las provincias. Es alegre, pícara y espontánea; sus pasos se caracterizan por saltos y otros movimientos alegres y contagiosos. Cualquier persona puede participar por la facilidad de sus movimientos.
El Chimaichi
Es una cumbia de la selva que se caracteriza porque se baila saltando.
La Danza De La Izana
Representa el tributo que ofrecen los pobladores a la Cañabrava, cuyo material se emplea para la construcción de casas, cercos, etc.                                            
Fiestas
Las fiestas patronales son las más importantes, porque generan un gran movimiento social, donde se celebran las fiestas tradicionales del pueblo (con gente que acude de diferentes lugares), cultural (costumbres, comidas típicas), económico (comerciantes que garantizados en ferias venden sus productos a los asistentes) y recreacional (competencias deportivas, festivales, concursos).
La Patrona
Se celebra en julio, empezando el día 7, día del “albazo”, cuando la gente de los diferentes lugares de la ciudad sale a las calles, a tempranas horas del día, entonando y bailando la pandilla, siendo el punto de concentración: la plaza de armas. Desde el 15 hasta el 18 de julio, son las fechas en que finaliza la fiesta con el tradicional “caza del pato” y entrega del “voto”, a quienes tendrán la responsabilidad de organizar la fiesta patronal el año siguiente, en casa de los cabezones, calles y plazas durante todo el día y la noche, se goza inusitada e incansablemente, bailando “pandilla”.
La Fiesta De San Juan
Se celebra el 24 de junio de todos los años, en honor a Juan el Bautista, al cual va dedicado el plato típico “juane”, que representa su cabeza cortada, por petición de la princesa Salomé, hija de Herodías. Esta última es la esposa de Herodes, es así que el rey manda a capturar y decapitar a Juan. Esta fiesta se celebra en toda la selva, acompañada de pandillas, concursos de elaboración de juanes y se realizan salidas o paseos al campo.
Artesanía
La principal actividad artesanal de esta zona es la elaboración de cerámica, de fina y hermosa decoración. Destaca también la confección de sombreros, cestas y canastas en paja de bombonajes tallados en madera, raíces y semillas, así como las tarjetas de plumas de aves silvestres.


Tacna
Tacna conserva un gran legado de leyendas y episodios anecdóticos de sus periodos de guerra y de paz -indígenas, virreinales y republicanos-, así como sus costumbres devotas y festivas, y sus raíces aimaras, quechuas y españolas. Presentamos a continuación algunas de ellas.
Según una leyenda, una esquina de la actual plaza Zela de Locumba guarda parte del rescate de Atahualpa. Todo el Tahuantinsuyo enviaba oro para el rescate del Inca, y un valioso cargamento atravesaba Locumba, cuando llegó la noticia de que el monarca había sido ajusticiado.
Los indios, desesperados, decidieron enterrar su tesoro en lo que hoy es la plaza del nuevo pueblo, pero dejaron el siguiente derrotero: "Primero encontrarán una llama, después una canasta con un lorito, después estarán las cargas de oro."
Cada generación fue transmitiendo este mensaje hasta que un grupo de osados tacneños inició la búsqueda. Hallaron la llama, luego la canasta con el lorito y poco después sobrevino el horrendo terremoto de agosto de 1868.
En cuanto a la música, los tristes y despedidas alternan con los valses y las polkas en todo el departamento. El cacharpari, que en aymará significa "despedida", es entonado en los entierros campesinos, especialmente tratándose de niños.
Los conjuntos de zampoñas o antaras andinas, denominados sicuris, realzan las fiestas patronales en la mayoría de los distritos de las provincias de Tarata y Candarave.
El pueblo celebra asimismo con gran fervor religioso los actos litúrgicos de Semana Santa, que se inicia con el domingo de Ramos.
El lunes sale la procesión del Señor de la Huerta y el martes la del Señor de la Columna, el miércoles es el encuentro de Jesús con la Virgen Maña, el jueves se rinde culto en la iglesia, el viernes sale la procesión del Santo Sepulcro, el sábado se festeja la Resurrección y el domingo la Pascua.
LA PROCESIÓN DE LA BANDERA
Con ella se conmemora la reincorporación de Tacna al Perú, efectuada el 28 de agosto de 1929, después de más de 45 años de cautiverio iniciado el 20 de octubre de 1883 con el tratado de Ancón; su ceremonia principal es una marcha multitudinaria con caracteres apoteósicos, y a lo largo de una semana se desarrollan diversos actos celebra torios.
Uno de éstos es la "Ofrenda a la Juventud". Cada 27 de agosto la juventud tacneña desfila por las calles centrales de la ciudad y por el paseo cívico, culminando las actividades realizadas en los centros educativos durante la semana de Tacna.
Se enciende la lámpara votiva ubicada en el centro del monumento a los héroes de la guerra del Pacifico y luego se izan los pabellones al compás de la "Marcha de Banderas" entonada por todos los participantes. Acto seguido se da lectura a la "Ofrenda a Tacna" para concluir con el Himno Nacional.
Al día siguiente se efectúa la "Procesión de la Bandera", una de las manifestaciones patrióticas más fervorosas de nuestro territorio. A lo largo de diez cuadras, una enorme bandera, la misma que presidió en 1929 la ceremonia de reincorporación de Tacna, es llevada en cívica procesión por las damas de la ciudad.
Desde los balcones se lanzan palomas, pétalos de rosas y buganvilias a su paso; en ocasiones se cuenta con la presencia del presidente de la República y de sus ministros de Estado.
La primera procesión de la bandera se realizó el 28 de julio de 1901 en plena ocupación chilena, organizada por los socios de la Benemérita Sociedad de Artesanos y Auxilios Mutuos El Porvenir.
Aquella procesión fue silenciosa, pues las autoridades chilenas que ocupaban la ciudad pusieron como condición para autorizaría que se realizara sin ninguna expresión de júbilo ni protesta.
Probablemente quien mejor ha retratado este hecho es el poeta y escritor Federico Barreta, quien escribió: "No se oyó una sola exclamación, ni el grito más insignificante. Sellados todos los labios por un compromiso de honor, permanecieron mudos.
Y en medio de aquel silencio extraño y enorme que confundía, impregnaba asombro y causaba admiración, la bandera levantada muy arriba, avanzó lentamente por en medio de aquel océano de cabezas descubiertas.
"Pasó la bandera y detrás de ella, como enorme escolta, avanzó el pueblo entero y aquella procesión sin música ni exclamaciones, siempre en silencio, siempre majestuosa, recorrió imponiendo respeto y casi miedo, los jirones más céntricos de la ciudad cautiva" (citado en El Correo, 28 de agosto de 1976).
Dice la tradición que los propios soldados chilenos se sintieron tan sobrecogidos ante esta demostración de amor a la patria que algunos se descubrieron al paso de la procesión.


Tumbes
Se dice popularmente que "todo foráneo que torna agua de coco, come camote y se baña en el río, se queda en Tumbes", como una manera de ilustrar la hospitalidad de sus pobladores, quienes afirman también que si el visitante que realiza las tres cosas antedichas es soltero, se casará inevitablemente con un tumbesino o tumbesina.
La mayoría de las creencias, tradiciones y fiestas de este departamento han inmigrado de nuestro vecino Ecuador, o tienen una marcada influencia de éste.
Pero también hay muchas otras que provienen de otros lugares dentro del Perú, como las creencias folklóricas del "chucaque", el "mal de ojo", la forma de conducir a los muertos, arrojar tierra encima del ataúd del primogénito, la brujería o el rapto de las mujeres. Una presencia curiosa en Tumbes es la de los árboles "mata sonsos", cuyos frutos caen de un momento a otro sobre los desprevenidos transeúntes. Sin embargo, entre lo más típico del folklore tumbesino se encuentran sus platos preparados a base de mariscos, sus bebidas y dulces.
MUSICA Y DANZA
En cuanto a la música son conocidas las "cumananas", versos cantados con acompañamiento de guitarra.
El cantor debe saber improvisar al momento y tener chispa para crear casi al instante la cumanana más adecuada.
Sus temas son variados, primando el sentimiento amoroso, la tristeza por separaciones o muertes y los insultos picarescos, expresados en versos agrupados en cuartetas.
La "Danza de la Pava" es una de las mas populares y curiosas de Tumbes. Inicialmente fue un baile introducido en el distrito de Corrales, cuyos pasos y desplazamientos semejan los del pavo criollo, y representa el galanteo de los payos silvestres.
La gracia de esta danza radica en los movimientos de la pava, que escapa ladinamente a los requerimientos de su pareja.
La mujer luce amplia falda floreada y blusa blanca adornada con cintas; el varón viste pantalón y camisa blanca, con el cuello adornado con "bobos" y volantes de encaje semejando la pechuga del pavo.


Ucayali
Tradicionalmente, los shipibo-conibo han ocupado las zonas elevadas de las tierras bajas, porque les permitían estar cerca del río, importante vía de comunicación y fuente de sustento, mantener sus viviendas a salvo de las inundaciones y disponer de las tierras enriquecidas por los depósitos limosos que las crecidas dejaban.
Su economía está basada en la explotación de los recursos del bosque dirigida al autoconsumo, manteniendo un uso restringido de los suelos para la agricultura en pequeña escala, actividad que es complementada con otras fuentes de recursos como la pesca, la caza y la recolección.
Los principales cultivos temporales son el maíz, la yuca, el arroz, el frejol y el zapallo, perdurando basta la actualidad el uso del "tacarpo", instrumento agrícola tradicional para hacer agujeros en el suelo.
En todo caso, la limitación de recursos del bosque tropical impide concentraciones mayores a 250 habitantes. Su organización social y política gira en torno a un jefe elegido por la comunidad tomando en cuenta la fuerza de su personalidad y otras cualidades de liderazgo.
Antiguamente estas comunidades habitaban en grandes casas comunales, mas en la actualidad la mayoría son unifamiliares, construidas por el padre de familia con la ayuda de sus hijos, utilizando las maderas del lugar; la influencia de los pueblos mestizos, sin embargo, está introduciendo nuevos materiales como planchas de calamina y maderas aserradas.
Los trajes masculinos de uso diario evidencian una total occidentalización, en tanto que la vestimenta femenina mantiene sus características étnicas.
Sólo durante sus festividades es donde todos vuelven a lucir los trajes tradicionales: shíntonte (falda artesanal con un ruedo de semillas y/o cascabeles), cotón (blusa, adoptada por influencia de los misioneros), pañuelo sobre la cabeza y multitud de collares de semillas las mujeres, y los hombres el tari (larga túnica de algodón) y pulseras de dientes de mono.
Ambos sexos se pintan la cara y las extremidades con unos preparados a base de achiote (rojo) y de un fruto llamado huito (negro azulado).
RITUALES DEL AYAHUASCA
Como en casi todas las etnias de la amazonia, el ayahuasca juega un papel fundamental en los rituales mágicos y de medicina tradicional a cargo de curanderos y brujos; la planta es utilizada para encontrar el origen del dolor o la enfermedad, y así poder buscarle un remedio apropiado.
No se sabe exactamente cuándo ni en qué circunstancias se empezó a usar el ayahuasca; lo que si se ha observado es que los aborígenes americanos descubrieron prácticamente la totalidad de plantas psicotrópicas.
Es de suponerse que, impelido por la necesidad de encontrar alimento, el hombre primitivo probó las diferentes plantas, flores, tubérculos y frutos, así como la carne de los animales que podía cazar, y descubrió los diferentes efectos que cada planta o animal le producía, aprendiendo de este modo a distinguir las plantas alimenticias de aquellas con otras propiedades, conocimiento empírico que debió transmitirse de generación en generación.
Posteriormente, el descubrimiento de la agricultura determinó una gran transformación en la sociedad y cultura humanas, surgiendo, entre otras cosas, creencias religiosas y mitologías; con ello los rituales se multiplicarían, quedando poco a poco reservados al jefe de la tribu o al hechicero.
Este ultimo es el encargado de transmitir de una generación a otra la vasta información específica sobre los dioses tutelares y sus poderes puntuales, los ritos que hay que practicar en su honor, los castigos que infligen, etc.
Y es probable que, durante la ingesta accidental de alguna planta alucinógena, el hombre haya tenido la oportunidad de "ver" a sus dioses y hablar con ellos, según las normas ideadas por la fantasía de la tribu.
Así, la planta se convirtió en elemento indispensable para la práctica ritual y mágica; incluso en algunas culturas se les rendía homenaje -y aun culto- a estas plantas por considerarlas sagradas.
La planta alucinógena confiere "poderes sobrenaturales" a quien la ingiere y lo hace capaz no sólo de ver a los dioses, sino también de tener visiones sobre el futuro y hacer predicciones.
Gracias a la alucinación el hechicero puede satisfacer el deseo de dominar a la naturaleza y convenirse en mago, viendo lo que los demás no pueden ver.
Cada "maestro" tiene su propio estilo de preparar la ayahuasca, pero lo usual es que se siga una dieta previa rigurosa, que supone abstinencia de sal, dulces, manteca, ají y licor, así como de relaciones sexuales.
El preparado se hace a base de tallos macerados de una liana con propiedades alucinógenas, cocimiento que se hace hervir más de doce horas junto con otras plantas que potencian su acción y tienen, además, efectos purgativos.
El preparado se administra en ceremonias colectivas nocturnas, realizadas los martes y viernes. Los concurrentes ingieren el preparado y se disponen a esperar sus efectos.
Una vez asimilada la droga, los bebedores empiezan a agitarse, tendidos en el suelo, para luego caer en un tremendo sopor; es en ese momento cuando el brujo les empieza a hacer preguntas sobre lo que ven.
Tras la etapa de intoxicación sigue la de astenia o debilidad, y finalmente un sueño profundo.
Los asháninkas se han caracterizado siempre por la especial destreza con que manejan el arco y las flechas, con las que son capaces de cazar inclusive animales grandes y pesados, como sajinos y sachavacas.
La vida de la población ashánínka sufrió dos rudos golpes a mediados de los años 80, cuando el azote del narcotráfico, por un lado, y el del terrorismo de Sendero Luminoso por el otro, motivaron que poblaciones enteras de asháninkas abandonaran sus tierras, voluntaria o forzadamente.
En aquellos años, los senderistas, siguiendo las consignas de ganar "apoyo para la guerra popular" entre las poblaciones campesinas, empezaron a reclutar -con amenazas de muerte a las familias- a jóvenes asháninkas, con el propósito de adoctrinar-los en el senderismo e incorporarlos posteriormente a sus filas, tras un periodo de adiestramiento.
Los asháninkas, una de las naciones amazónicas más tradicionalmente guerreras, se resistían, por lo que fueron perseguidos y cruelmente acosados por los subversivos, siendo muchas veces arrasadas aldeas enteras y secuestrados sus niños y jóvenes a viva fuerza.
Las familias que conseguían huir del terror abandonaban todo y se alejaban de sus tierras, en su afán de estar a salvo. Las comunidades más numerosas sin embargo, se organizaron en rondas, con el apoyo del ejército peruano, y continuaron heroicamente su resistencia.
Posteriormente, instituciones como Survival International y la Iglesia Católica prestaron importante ayuda a los nativos para que recompusieran sus poblaciones y pudiesen volver a cultivar sus tierras proceso que continua hasta hoy.
OTROS GRUPOS NATIVOS
La población indígena del departamento ha sido estimada (Censo 1993) en 36 430 habitantes, constituidos en 244 comunidades nativas que representan a las diversas etnias de la región.